Auténtico trance

Con cambio de escenario de última hora incluido por las medidas sanitarias y restricciones de aforo decretadas que obligaron a sustituir el Cafè del Teatre, local fijo del Interfado, por el Espai Orfeó, la apertura del festival logró, pese a todo, desarrollarse de forma brillante. Podemos corroborar que, aunando el buen hacer de la organización a la paciencia de los aproximadamente setenta espectadores que no pudieron degustar las típicas especialidades culinarias lusas de otras ocasiones ni tampoco beber, en compensación, los aficionados locales al género pudimos disfrutar del magnífico espectáculo protagonizado por la cantante franco-portuguesa Bévinda que –ya lo avanzo– nos dejó realmente extasiados. Mujer racial donde las haya, esta exrockera de los ochenta, trasplantada más tarde al género musical portugués por antonomasia, nos demostró su enorme sensibilidad interpretativa y una empatía para con el público digna de nota. Llegó acompañada de un dúo de guitarristas excelentes, los también galos Gilles Clément y Antonin Fresson, quienes, al margen de demostrar con creces ambos su excepcional dominio de las seis cuerdas –se fueron alternando durante el show en las partes solistas y de acompañamiento rítmico–, también asumieron de forma puntual tareas de apoyo vocal, haciéndole a la cantante de Fundao cuando convino pero que muy hermosas harmonías. Con todos los asistentes escuchado su voz en auténtico trance, la excitante sesión se desarrolló en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo justo y necesario para escuchar la mayoría de temas que completan Mes Sud, su más reciente álbum, y algún que otro corte anterior, extraídos de varias de sus once entregas discográficas disponibles. Solo me faltó algo del gran Serge Gainsbourg, al que Bévinda dedicó un disco completo, y que es debilidad de este cronista musical que suscribe.