Enorme altura artística

El primer concierto en vivo de la ciudad, tras el cierre obligado de las salas de conciertos a causa de la dichosa pandemia, ha sido el de apertura del Festival Jazz Tardor 2020 que, por desgracia, vio anularse o postergarse los dos primeros, anteriormente señalados, de Rick Margitza y Scott Hamilton. Este tercer recital del cartel, pues, a cargo de la elegantísima cantante Mariola Membrives, acompañada del gran pianista Chano Domínguez, se ha revelado un espectáculo de gran categoría y enorme altura artística. El show, de reciente nacimiento, según ellos mismos explicaron, presenta, como no podría ser de otra manera, una muy hermosa simbiosis musical con el flamenco como principal ingrediente sonoro. No en vano, tanto la trayectoria de la cantante cordobesa como la del pianista gaditano han transitado siempre por derroteros flamencos de índole diversa, aunque observando vaivenes hacia otros géneros, mayoritariamente el jazz, pero regresando siempre, como en esta nueva experiencia, a sus raíces culturales de cuna. Con apenas una o dos actuaciones con anterioridad a esta del Enric Granados, Chano y Mariola o Mariola y Chano –tanto monta, monta tanto– demostraron un grado de compenetración admirable y la apariencia de llevar años actuando en este formato de tan indudable atractivo y que deben repetir todo lo que puedan. Ella, elegante y entregada como siempre, lució grandiosa en la parte vocal y en sus formas interpretativas encima del escenario. Él, inspiradísimo y preciso como suele, extrajo de su piano sonoridades inverosímiles que dieron a cada canción hermosos ropajes distintos. El repertorio a base de estándares de jazz, copla, flamenco, clásicos latinoamericanos y algo de pop, sazonado todo con habilidad, hizo las delicias del público que disfrutó sin tregua de tanta emoción y sensibilidad a raudales.