Entre la élite

Bien es verdad que todos aquellos que, como un servidor, conocemos a Carol Blàvia desde hace tantos años y la hemos visto actuar infinidad de veces, sabemos de su querencia y admiración infinitas por la diva de las divas del fado o, lo que es lo mismo, la gran Amália Rodrigues a la que siempre recuerda en sus repertorios con alguna de las piezas que la lisboeta inmortalizó. Por ejemplo, aquella Casa Portuguesa que la leridana ha hecho suya interpretándola con tanta gracia y estilo, pero que en esta ocasión concreta guardó en la alforja, decantándose por muchas otras entresacadas del inmenso bagaje de la Rodrigues. No en vano, su espectáculo, que cerró con enorme brillantez esta edición 2020 del Festival Interfado de Catalunya, llevaba por título genérico Projecte Amália y estuvo dedicado casi en su totalidad a la inolvidable fadista lusitana, con la salvedad de varias composiciones de la propia Blàvia que no desentonaron, al contrario. En esta ocasión, el apoyo instrumental, inusual por su configuración de piano y violín, corrió a cargo, respectivamente, de Xavier Monge y Javier Reyes, dos estupendos estilistas que lucieron perfectos sin salirse en absoluto de sus roles, más allá de demostrar el conocido talento melódico de ambos. Con un retrato de Amália presidiendo el encerado, para recordarnos cuál era la motivación inspiradora de la noche, el show se desarrolló de una manera tan plácida como estimulante, pudiendo suscribir el autor de esta columna el alto grado de madurez interpretativa y distinción encima del escenario adquiridos por Carol con el paso de los años. A día de hoy podemos afirmar, con orgullo y sin ambages de ningún tipo, que nuestra conciudadana musical puede y debe contarse, por méritos propios, entre la élite nacional e internacional del género.