Mundo inexcrutable

Regresa de nuevo Eduard Iniesta para mostrarnos el radical cambio formal que su último disco ha observado. Y lo hace tras dejarnos poco menos que extasiados durante su anterior visita a nuestra ciudad, con esa propuesta musical suya tan singular, una especie de mélange orgánica de sonidos diversos, producidos por su gran habilidad instrumental y enorme talento melódico, capaz de deambular por mil y un estilos, pero donde todo convive con admirable orden y hermosa lógica. Se trata de Trajecte animal, un álbum en el que el barcelonés ha saltado al vacío –al menos si lo comparamos a lo que le conocíamos y nos había acostumbrado hasta la fecha– optando por un registro estilístico más convencional en cuanto a contenido y forma, e identificable del todo con una corriente de pop-rock bastante contemporánea. Aunque este reciente álbum lo ha grabado en formato de banda eléctrica, a su reciente presentación entre nosotros acudió acompañado solo de su hermano Xavier, un muy talentoso armonicista a la par que meritorio compositor, pues todas las piezas del disco llevan el marchamo de ambos hermanos. El caso es que, al menos en esta actuación de l’Escorxador en formato de dúo, los dos Iniesta nos ofrecieron un espectáculo de sonoridad minimal (guitarra acústica, eléctrica o laúd, más la armónica, además de las voces principales y algunos coros) que nos hizo recordar al Iniesta “anterior”, pues los contenidos de todas las canciones siguen siendo crónicas urbanas de poso denso, con protagonistas que deambulan entre sentimientos, sueños eternos y vivencias sensoriales varias. Cambios sonoros y estilísticos aparte, el mundo interior de Eduard Iniesta es amplio y fascinante y su traslación a la música, un mundo apasionante el cual –me temo– difícilmente podremos escrutar nunca en su totalidad.