Maravillosa irrealidad

J

osé Luis Gutiérrez es un auténtico outsider entre la comunidad jazzística de nuestro país, brillando también como rara avis del género cuando viaja al extranjero para actuar. Y es que en su proyecto Iberjazz Trio, al margen de su enorme pericia como saxofonista (como cantante, un poco menos)

,

acostumbra a reunir elementos escénicos y sonoros, llamémosles un tanto inusuales, cuando no absolutamente insólitos. ¿Cómo describirlo, sin caer en la frivolidad? Digamos que existen artistas en este u otros géneros que abusan de los efectismos en escena cuando su técnica o calidad interpretativas no acaban de destacar. Otros, como en el caso del vallisoletano, poseedores de un talento musical inmenso y una imaginación a raudales cuando se trata de montar sus espectáculos, dominan, además, otras disciplinas como el mimo, la comicidad o los recursos circenses, todo ello para crear un espectáculo total y capaz de salirse de los cánones habituales y emocionar a propios y extraños. Esto es lo que aconteció estos días pasados, durante su reciente visita a Lleida para dar continuidad a este Jazz Tardor tan atípico, logrando tocar la fibra de todos aquellos que, pese a las inclemencias pandémicas, acudimos a disfrutar de su apabullante arte musical y esa vena provocativa en la que su faceta de inventor y ejecutor de instrumentos inverosímiles

como el “vibrantum” y el “panderidú”, adquieren naturaleza de maravillosa irrealidad.

Acompañado por el batería

L.A.R. Legido y un contrabajista, sustituto de última hora del habitual Marco Niemietz

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del que

discúlpenme, no recuerdo su nombre–, el trío nos obsequió con un show entretenidísimo y

lleno

de buen humor, pues al rigor del jazz de alta escuela que gozamos se sumó el efecto sorpresa y de máxima originalidad, con los que Gutiérrez suele impregnar tan bien todo lo que hace.