Array En cualquier cartel festivalero que se precie, como nuestro Jazz Tardor, suelen juntarse artistas de primer orden ya consolidados; figuras emergentes que en breve lograrán seguro hacerse un puesto de honor en el escalafón del género; y, como en el caso que ahora nos ocupa, alguna que otra rara avis, que aporta la nota discordante, demostrando que en la variedad está el gusto y que en el del jazz, tan dado a los cambios y a la evolución permanente, si no hubiese gente inclasificable y sorprendente, como el cantante y compositor Anthus, tendríamos que inventarla. Y es que en este sugerente artista nacido en Sicilia y afincado en Barcelona desde principios del siglo XXI se aúnan todas las características que debe reunir cualquier alternativo que se precie. A saber, un discurso artístico innovador; una formalidad, pues eso, nada formal o informal del todo; y, como resumen, una propuesta musical que no recuerde a nada y que convierta sus espectáculos en ocasiones únicas.
Como pudimos comprobar todos aquellos que decidimos encontrarnos con Anthus y su combo de acompañamiento vespertino, formado por un póker de excelentes estilistas instrumentales como su paisano Giuseppe Campisi al contrabajo, el pianista Max Villavecchia, el trompetista Pol Padròs y Ramón Díaz en los tambores, la ocasión era arriesgada y bastante alejada de casi todo lo que solemos disfrutar habitualmente. Todos juntos dejaron en nosotros una agradable impronta de sabor mediterráneo, pero con todos sus claros y oscuros sociales y culturales, pues al margen del mensaje musical, emocional sin duda, también hubo momentos para la reivindicación de un espacio digno y bienestar, tanto para los que ya están aquí como para los que llegan cada día. Acrobaticheart, su disco más reciente, hermoso y diferente, merece no pasar desapercibido.