CRÍTICADEMÚSICA
Tom Jones. Incombustible
Para empezar, debemos resaltar que el británico no ha perdido ni un ápice de su ciclón de voz; es decir, la clave inequívoca de su triunfo y longeva carrera de tantísimos años. En segundo lugar, su capacidad para adaptarse a modas y tiempos cambiantes, pues siempre ha estado muy atento y sensible al devenir del negocio musical, logrando pervivir con nuevas y buenísimas entregas musicales que le han granjeado el respecto y cariño de compañeros de profesión, la crítica musical y, por supuesto y lo más importante, la aceptación y complicidad del público. Para ello, Jones ha sabido rodearse siempre de músicos de gran recorrido y enorme valía técnica, presentándose en vivo con un sonido moderno y actual para lograr no parecerse a ninguno de esos artistas de su propia generación o de décadas posteriores, de carrera lustrosa, pero que se arrastran como sombras porque hace tiempo se les ha pasado el arroz.
El concierto, en sí, fue de lo más divertido a partir de una acertada selección de temas clásicos junto a otros de cuño más reciente, todos ejecutados, eso sí, desde una perspectiva de máxima actualidad y sonoridad alternativa en comparación a los originales que le hicieron triunfar. Pudimos escuchar éxitos de antaño como un It’s Not Unusual con acordeón sonando a chanson y un Delilah arreglada en plan cumbia o hits de las últimas décadas como sus siempre infalibles Sex Bomb o el Kiss del malogrado Prince, amén de versiones de Cat Stevens y Bob Dylan, y hasta un rapero Talking Reality Television Blues. Sin aparentes gestos de cansancio, más allá de echar en falta sus bailes picarones de otrora, la velada fue de ensueño, gracias a un protagonista probablemente irrepetible y sin paragón de la historia del pop internacional de las últimas seis décadas.
IMPRESIONANTE.