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Tom Jones, durante su actuación en el Festival Jardins de Pedralbes.

Tom Jones, durante su actuación en el Festival Jardins de Pedralbes.J.C.

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POP

★★★★☆
Array Con un estupendo refrigerio previo en el village de Cervezas Alhambra del Festival Jardins de Pedralbes que nos cargó las pilas, acudimos pletóricos a la cita con un incombustible Sir Tom Jones. A estas alturas de la carrera del astro galés, recién festejado su 82 aniversario y con más de sesenta años de carrera ininterrumpida y exitosa, resulta un auténtico privilegio para el espectador poder ver y disfrutar aún de una figura musical tan grande. Y es que visto este reciente paso por el escenario del Jardins de Pedralbes, lo único que nadie puede poner en duda es su magnífico estado de salud artística.

Para empezar, debemos resaltar que el británico no ha perdido ni un ápice de su ciclón de voz; es decir, la clave inequívoca de su triunfo y longeva carrera de tantísimos años. En segundo lugar, su capacidad para adaptarse a modas y tiempos cambiantes, pues siempre ha estado muy atento y sensible al devenir del negocio musical, logrando pervivir con nuevas y buenísimas entregas musicales que le han granjeado el respecto y cariño de compañeros de profesión, la crítica musical y, por supuesto y lo más importante, la aceptación y complicidad del público. Para ello, Jones ha sabido rodearse siempre de músicos de gran recorrido y enorme valía técnica, presentándose en vivo con un sonido moderno y actual para lograr no parecerse a ninguno de esos artistas de su propia generación o de décadas posteriores, de carrera lustrosa, pero que se arrastran como sombras porque hace tiempo se les ha pasado el arroz.

El concierto, en sí, fue de lo más divertido a partir de una acertada selección de temas clásicos junto a otros de cuño más reciente, todos ejecutados, eso sí, desde una perspectiva de máxima actualidad y sonoridad alternativa en comparación a los originales que le hicieron triunfar. Pudimos escuchar éxitos de antaño como un It’s Not Unusual con acordeón sonando a chanson y un Delilah arreglada en plan cumbia o hits de las últimas décadas como sus siempre infalibles Sex Bomb o el Kiss del malogrado Prince, amén de versiones de Cat Stevens y Bob Dylan, y hasta un rapero Talking Reality Television Blues. Sin aparentes gestos de cansancio, más allá de echar en falta sus bailes picarones de otrora, la velada fue de ensueño, gracias a un protagonista probablemente irrepetible y sin paragón de la historia del pop internacional de las últimas seis décadas.

IMPRESIONANTE.

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