ROCK
Grup: Old School Trio.
Sala: Cafè del Teatre.
Data: 27 de gener
Aunque el rockabilly sea un estilo musical que pasó tiempos mejores que los actuales, gozando en otras épocas de mucha más presencia mediática y en cuanto a grabaciones (nos referimos al final de los años 70 y toda la década de los 80, con un revival europeo y español la mar de atractivo), no cabe duda que si nos ponemos manos a la obra e investigamos los foros y canales habituales de este género patillero podremos encontrar y disfrutar de bastantes solistas y bandas de muy buen nivel y prestaciones. Ese sería el caso de los británicos The Rhythm Aces, el combo en el que se foguea habitualmente el guitarrista y cantante Pete Lyth, un empedernido rócker con más de treinta años de frondosa actividad y muy buena reputación como mantenedor de la esencia histórica, conservando vivos con sus incendiarias versiones a grandes figuras como sus paisanos Tommy Steele, Johnny Kidd, Billy Fury, Vince Taylor o Ray Dorset y
yankees como Sonny Fisher, Johnny Burnette, Gene Vincent, Carl Perkins, Eddie Cochran, Chuck Berry, Bill Allen o Ray Campi, entre muchos héroes clásicos más. En esta ocasión, el artista afincado en Manchester dejó en casa a sus compañeros habituales y nos visitó en formato de trío junto a dos instrumentistas de alcurnia interpretativa: Franky Mortimer, contrabajista de los barcelones Little Martha, y el legendario
drummer Moisés Sorolla, fundador junto a Carlos Segarra y Aurelio Morata de los legendarios Los Rebeldes.Con una muy buena asistencia de público aficionado ya de cierta edad –no nos vamos a engañar– y, pese a las inclemencias meteorológicas y con un frío escalofriante en la calle, la sesión se desarrolló en un magnífico clima musical ambiental, pues el repertorio escogido resultó del todo infalible, con temas originales de todos esos grandes personajes de la música antes citados. No en vano, la gente tenía ganas de pasárselo bien y los oficiantes se mostraron a la altura de las circunstancias. Dos sets de cuarenta y cinco minutos cada uno, con un reparador intermedio para beber y reponer fuerzas y un bis para rematar la jugada, casi dos horas de rockabilly de escuela que nos dejaron a todos la mar de contentos.