CRÍTICADEMÚSICA
Sentidos a flor de piel
Más allá de la evidente grandilocuencia de tal afirmación, es loable que una artista cuya implicación total en lo que hace y cuyo compromiso con su entorno se nos antojan evidentes ponga por delante de todo una ética y coherencia a prueba de bomba. Desde su idiosincrasia particular, lo que hace en la actualidad la de Palafrugell me parece sencillamente emocionante. Su reciente espectáculo en el Espai Orfeó, estrenando fórmula de piano woman, construyendo relato pianístico, instrumental a secas, con aditamentos puntuales de programación electrónica y algún que otro recitado poético para adobar, nos dejó con la boca abierta y con nuestros sentidos a flor de piel.
Siempre visceral, intensa, a veces desmedida, pero con una frondosidad sonora de las que se ven pocas en el actual panorama musical nacional, su actitud es de entrega total, sin recovecos ni escorzos, francamente, te guste o no te guste. Porque, sí que es verdad, es de una raza de creadores de esos sin término medio, a tumba abierta. O te gusta, te convence, te domina o, todo lo contrario, puede producirte indiferencia, desinterés o, incluso, el rechazo más absoluto.
Su componente inclasificable y trascendente, su determinación por huir de los tópicos y esa aura también de cierto misterio que la envuelve, la convierten en una artista tan singular y que difícilmente puede ser comparada a nada o nadie. Lo cierto es que su bagaje y poderío, ese dominio maravilloso del piano y su grandeza compositiva, la han convertido ya en una rara avis, empeñada en seguir avanzando en esa experimentación personal y artística que, a mí, me parecen sublimes, inigualables. Si además le sumamos partes de contenido inescrutables de su arte, llegaremos a la conclusión de estar ante un/una músico/ca de aristas fascinantes.