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FOLK POP

★★★★✩

La penúltima jornada del MUD 2024 nos retrotrajo musicalmente a una de las primeras ediciones del evento, a aquellas épocas en que, invariablemente, el cartel pergeñado por Toni Gorgues y su equipo no revelaba la existencia de oscuros y extraños ermitaños musicales cuyas épocas más o menos gloriosas habían quedado sepultadas por el tiempo y que, solo la labor arqueológica de sellos animosos como Guerssen, nos había permitido descubrir y saborear tal o cual joya olvidada. Escuchar, a medio siglo vista, las canciones de Dave Bixby, un cantautor norteamericano que vivió en primera persona esa época del verano del amor –aparentemente sugerente y ensoñadora, pero que quizás no lo fue tanto–, teñido de psicodelia a golpe de marihuana y trips con LSD y cuyas experiencias tratando de expandir la mente mediante psicotrópicos no fueron –su caso es un perfecto ejemplo de ello– todo lo placenteras que muchos teóricos románticos nos han querido vender. Su legendario álbum Ode to Quetzalcaotl (1969), que nos ofreció enterito de pe a pa en riguroso acústico y sin ropajes sonoros accesorios, sirvió para conocerlo y disfrutar de unas composiciones ásperamente emotivas, descriptivas de unos cuantos de sus viajes lisérgicos y algunas consecuencias físicas y mentales que él logró superar a diferencia de muchos otros que no pudieron conseguirlo y quedaron por el camino. Estremecedor.. El plan B del concierto combinado fue protagonizado por Judit, la pequeña de las hermanas Neddermann, una creadora de generación reciente pero bastante experimentada ya, habiendo logrado, a fecha de hoy, hacerse un espacio más que notable en el panorama actual de la canción de autor de Catalunya. A base de una fórmula expresiva en la que, al margen de muy buenas composiciones propias, lo que más llama la atención de su trabajo son, sobre todo durante las presentaciones en vivo, su contagiosa calidez y vivaz frescura, y esa empatía y energía con las que atrapa sin remisión al público que acude a escucharla. La verdad es que, viniendo del cierto pesimismo temático y músicas desnudas de Bixby, saltar al optimismo y buen rollo en formato de conjunto pop-rock de Neddermann y su gente, fue relativamente fácil, viendo cómo lograba con suma naturalidad y sin aparente esfuerzo enardecer a un público entregado sin ambages que llenó casi hasta los topes el Cafè del Teatre y disfrutó a rabiar y de principio a fin. Magnífica.

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