Los ladrones joviales

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La realidad superó a la ficción. En el 2006, ese fue el titular más socorrido en los diarios argentinos después de conocerse el gran atraco a una sucursal del Banco Río en Buenos Aires por parte de un grupo de hombres que la película nos muestra con aire desenfadado, sin intención de utilizar la violencia, sin rencor.

Bien es cierto que el tema es recurrente pero Ariel Winograd no ha podido resistirse a la tentación de exponer algo más que los pasos hacia el botín. Le ha puesto tono porteño, ha incluido entre los guionistas a Fernando Araujo, el cerebro real de la operación, para que nada escape al desarrollo del plan, al operativo, a su ejecución y a lo que vino después.

El robo del siglo es de ritmo ágil, se estanca lo justo en dilemas sentimentales, y se recrea sobre todo en los personajes interpretados por dos pesos pesados del panorama actoral argentino, un Guillermo Francella, toda una garantía en su rol de ladrón fino que va por su cuenta y que se encuentra en las antípodas del que ideó un robo de tal magnitud, porrero impenitente, de alma espiritual y obstinado en la idea de hacer posible lo imposible, rol que recae en el actor preferido de Winograd, un Diego Peretti que ha trabajado con el realizador en más de tres películas de notable éxito comercial. .

Todos ellos son un núcleo cómico, como aquellos lamentables cacos de Rufufú de Mario Monicelli, pero los bonaerenses son más resolutivos y sagaces transitando por una historia que deja una parte más cómica que dramática a los del otro lado -al negociador y al fiscal- cada vez más despistados con lo que sucede. En definitiva, estamos ante una buena película con unos ladrones joviales que ponen de relieve aquella frase de Bertold Brecht: Robar un banco es un delito, pero más delito es fundarlo.