CRÓNICA POLÍTICA
Jaque al Rey: Pablo Iglesias se mueve
Periodista
Se inician los cursos de verano en Universidades con algún cartucho de dinamita. Aznar clausuró el de la FAES pidiendo que, frente al desafío independentista catalán, se aplique el artículo 155 de la Constitución que permite al Estado obligar a sus órganos de autogobierno a cumplir las leyes.
Es verdad que Alfonso Guerra ya habló de eso recientemente, pero dicho por Aznar tiene un valor distinto porque es una carga directa contra Mariano Rajoy, elegido por él mismo en 2003 como su sucesor.
Pero desde el otro extremo ideológico, Pablo Iglesias mueve ficha y por primera vez critica públicamente y con dureza al Rey Felipe VI a cuenta del “fracaso de su discurso”, a su juicio, alejado de los problemas de España –corrupción, desigualdad y plurinacionalidad–en las Cortes el pasado miércoles.
En su intervención, poco destacada por algunos medios pero relevante, llega a preguntarse: “¿Para qué un Rey?”. Este movimiento inesperado del líder de Podemos tiene que ver con la necesidad de cargar de contenido su posición política diferenciándola de la del socialista Pedro Sánchez, que ahora le disputa un segmento del electorado que en tiempos fue socialista.
Con Susana Díaz, a Iglesias le hubiera quedado más espacio para ocupar. Así las cosas, los movimientos en el tablero de ajedrez de la política española pueden ir de este modo: posibilidad de menos espacio para Podemos por la nueva política de Pedro Sánchez y más opciones para Ciudadanos, que podría crecer tanto sobre el PP –si no cesan los casos de corrupción– como sobre el electorado socialista disconforme con el acercamiento de Sánchez a las tesis de Podemos.
No se divisan elecciones a corto plazo pero en las municipales y autonómicas de 2019 esta nueva relación de fuerzas ya debería verse dibujada. Por el camino habrá que resolver, o neutralizar al menos, el jaque al Estado del independentismo en Cataluña, desafío sobre el que se aprecia menos pesimismo que hace unos meses.
El manifiesto de 100 personalidades catalanas muy representativas pidiendo moderación y oponiéndose con claridad a cualquier vulneración de las leyes por parte de la Generalitat, advierte que algo se mueve. Las próximas semanas pueden ser decisivas para adivinar qué puede suceder en el nuevo curso.
Entretanto, se cumplen estos días veinte años de dos penosos acontecimientos que marcaron el inicio de la cuesta abajo del terrorismo de ETA: por un lado, la liberación de Ortega Lara después de casi dos años de secuestro en un zulo bajo tierra donde su cruel carcelero, el etarra Bolinaga, decidió que muriera ya que no reveló al ser detenido dónde lo retenía.
La Guardia Civil pudo localizarlo en una operación complejísima; y a los 9 días el asesinato en diferido del concejal popular de Ermua, Miguel Ángel Blanco, al que ETA secuestró y anunció su muerte al cabo de 48 horas. Ermua, Euskadi y toda España se echaron a la calle para evitarlo pero finalmente fue asesinado. Un muerto más –serían más de ochocientos en los cincuenta años de terrorismo etarra– pero un punto de inflexión para decir “Basta ya” por la ciudadanía vasca.
A partir de aquel acontecimiento, los militantes de Herri Batasuna, el partido político de ETA, pasaron a ser increpados por los ciudadanos y muchos policías vascos se quitaron ante las cámaras el pasamontañas que protegía su identidad para no entrar en las listas de posibles víctimas. El terrorismo todavía azotaría casi quince años más pero su batalla fue a menos hasta quedar derrotado política y policialmente.
Un magnífico reportaje de La Sexta el pasado viernes recreó aquellas dramáticas 48 horas del secuestro de Miguel Ángel Blanco, trabajo televisivo que debería exhibirse en los colegios de todo el país para que se sepa cuánto sufrimiento ha costado conseguir un país en paz.
Desconocer o ignorar deliberadamente esas páginas de nuestra historia conduce a la ligereza de infravalorar la inmensa obra política que representó la Transición y la llegada de la democracia hace solo, solo, 40 años.