CRÓNICA POLÍTICA
Vienen días muy difíciles en Cataluña: prudencia
PERIODISTA
La palabra “tristeza” es la más utilizada desde el miércoles 7-S en todas las declaraciones y conversaciones tras el bochornoso espectáculo del Parlament al aprobar, contra las advertencias de juristas y tribunales, la ley de convocatoria del referéndum de independencia. La tristeza alcanza incluso a los independentistas razonables –“estoy desolado”, nos confía uno de ellos– que imaginaban esa ruptura con épica y no con la mitad del Parlamento vacío tras una sesión con la oposición revuelta contra la apisonadora de sus derechos democráticos. Solo faltó la constatación televisada de que la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, de probadas dotes agitadoras, ridiculiza el digno cargo que ocupa. Tristeza infinita es la que siente el diputado de la izquierda Joan Coscubiela, el más aplaudido en la cámara catalana cuando reivindicó a gritos “democracia” cosechando un inusual apoyo de Ciudadanos, socialistas, populares y de su propio grupo. Este abogado sindicalista sopesa abandonar la política en este delicado momento por amargura. Tantas décadas de lucha reclamando al tiempo libertades y autonomía catalana para al final llegar a este fracaso: en nombre del independentismo se coarta la democracia. “Es un día histórico”, se repite como otros cien días anteriores, hasta devaluar la expresión, en los medios de comunicación soberanistas. Pero esta vez es verdad: es histórico que un Gobierno, el de la Generalitat, vulnere la legalidad, la catalana y la española. La euforia, aunque algo más contenida, domina, sin embargo, la otra mitad de una Cataluña fracturada peligrosamente, la que se ve ya en la independencia. Y con un presidente, Puigdemont, que anima irresponsablemente a los ciudadanos a que presionen a sus alcaldes cara a cara si no ponen urnas. Alto riesgo y gasolina.
Es la “espiral del silencio”, según el catedrático Francesc de Carreras, la que ha ayudado a llegar hasta aquí. Por eso reclama que “los que han callado hasta ahora en Cataluña, que hablen” rompiendo la sensación de que todo el país está con el independentismo. “Que se reivindique que los últimos 40 años han sido los mejores y más prósperos para Cataluña y que Europa es la mejor idea del siglo XX.” Lo reclamaba en la presentación del libro Escucha, Cataluña. Escucha España donde otro coautor, Josep Borrell, daba en la clave: “Ningún Gobierno, ni éste ni los anteriores, se ocuparon nunca de contrarrestar la propaganda independentista.”
Josep Piqué, exministro de Aznar, parecía disponer de muy buena información que deslizó con prudencia: “Ante el evidente fracaso político de esta operación, en la que se han prostituido las instituciones democráticas, van a movilizarse en la calle buscado la provocación con acampadas y escraches y pueden generar hasta la división en sus propias fuerzas de seguridad.” Recomendó mucha prudencia en la respuesta: “En los días delicados que vienen no hay que precipitarse, no hay que sobrereaccionar.”
Así de difíciles están las cosas. Pero “hay que darle salida al toro o se lleva al torero, regla fundamental de la tauromaquia”, advierte el notario López Burniol. No ve otra que “el diálogo transaccional para ir hacia un estado federal que, por lo menos, tiene algo de estado unitario. La otra alternativa es la independencia”. Para entendernos: busquemos ya un nuevo acuerdo para décadas entre Cataluña y el resto de España que se pueda votar en referéndum legal y devuelva al independentismo al veinte o veinticinco por ciento que tenía cuando llegó Rajoy, aunque la acumulación de errores ante su crecimiento empezara mucho antes. Citó al historiador Comellas cuando decía que a principios del siglo XX España tenía cuatro problemas: el agrario, el militar, el de la Iglesia y el problema catalán. A principios del siglo XXI los tres primeros han sido resueltos. El cuarto amenaza la convivencia. Mucha prudencia en los difíciles días que vienen, por tanto, y generosidad e imaginación para darle salida al toro.