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Campaña de sustos y sorpresas garantizada

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Campaña de sustos y sorpresas garantizada

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Imposible una campaña electoral normal en Cataluña después de tres meses de sorpresas con guionistas políticos y actores tan acreditados. Se quejaban de Artur Mas y le sucedió Carles Puigdemont que aseguró venir para un rato. No solo se queda, sino que ofende a su partido elaborando él solito la lista que difunde por Twitter. Donald Trump hace escuela. Oriol Junqueras, al que ya se daba como presidente tras el 21-D, descoloca al promover a Marta Rovira como presidenciable de Esquerra. En su primera declaración, Marta supera a su jefe, al que Josep Borrell calificó de “mentiroso compulsivo” elevando el calibre de las falsedades. Junqueras solo dijo que “España nos roba 16.000 millones” y Borrell le desmontó las cuentas en un libro; habló de las “balanzas fiscales alemanas” y Borrell demostró que no existían; dijo, como Mas, que bancos y empresas no marcharían de Cataluña a pesar de la DUI y ya superan las dos mil quinientas; y que Europa recibiría con los brazos abiertos a una Cataluña independiente y, de momento, solo la han apoyado los hackers rusos, ávidos de “desestabilizar a la Unión Europea”, como afirma el ex primer ministro francés Manuel Valls. Como no quedaban más falsedades por desmontar, llega Marta Rovira a la suplencia de Junqueras y afirma que el Gobierno de Madrid “amenazó con una matanza”, aludiendo a informaciones de algunos intermediarios en la crisis. La reacción, menos mal, esta vez no tardó. Rajoy y su portavoz, además de Pedro Sánchez y Albert Rivera, rechazaron la “patraña” y exigieron nombres y pruebas. El entorno del lendakari Urkullu, que trasmitió mensajes entre Barcelona y Madrid, ya ha desmentido que nunca se habló de algo así y el resto de recaderos también lo niega. Fernando Onega escribió que debería tipificarse el “delito de mentira”, que sería de gran utilidad en esta crisis.

Pero la crisis catalana nos ha deparado otras sorpresas. ¿Quién iba a pensar que un expresidente de la Generalitat como Artur Mas acabaría implorando en los medios unos pocos euros a los dos millones de manifestantes del 11 de septiembre para pagar su fianza? Tocarían a tres euros por manifestante. O a seis, si se hincharon las cifras. Sorpresa doble: insólita petición y casi nula respuesta.

Más impactos: nadie habría apostado por la torpeza gubernamental de ordenar la intervención policial el uno de octubre en el simulacro de referéndum. El independentismo quedó muy agradecido porque le permitió internacionalizar el conflicto. Y para consolidar la tarea, algo insólito, Puigdemont huyó a Bruselas. El siguiente capítulo está por escribir pero no descarten que el expresident se fugue de allí –como teme incluso Esquerra– y aparezca en un mitin, o en su casa de Girona, aspirando a una detención épica que conmueva al electorado. Para confundir aún más, se difunde desde Madrid que el CNI “tanteó” al jefe del comando yihadista de Ripoll como confidente. Sin éxito.

Entretanto en Barcelona, la expresidenta del Parlament, Núria Gispert, ahora portavoz del supremacismo catalán, le dice a Inés Arrimadas “que se vuelva a Cádiz”, mientras que en ElNacional.Cat se la denomina “jerezana”. La alcaldesa de Barcelona rompe con el PSC su pacto de gobierno en su acercamiento al independentismo, lo que deja a Pablo Iglesias más cuestionado ante su electorado. Y en medio, la EMA, la Agencia Europea del Medicamento, cuya ubicación se decide ya. “Si sale de Londres por el Brexit no puede ir a Barcelona, capital de la incertidumbre”, argumentan Milán, Amsterdam y otras ciudades competidoras. El Rey y Rajoy le dan la vuelta: “La EMA en Barcelona haría a Cataluña más europea y, por tanto, menos independentista”. Brillante, pero esta batalla que libran sin apoyo del Ayuntamiento y de la Generalitat, apenas la explican. El denso catálogo de sorpresas inauditas concluirá el 21-D por la noche. Viviremos un mes sin aliento. Y, mientras, sin hablar de corrupción, Gürtel, desempleo y recortes sociales. Alguien sale ganando y todos perdiendo.

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