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América vive la crisis catalana con angustia

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Quien esté saturado de información sobre Cataluña y pretenda descansar del monotema viajando a cualquier país de América, debe desistir de la idea de relax. Tanto dará que entre en un ambiente empresarial, universitario, periodístico y, cómo no, político, que en cuanto sea identificado como español, en pocos minutos lo asaltarán con preguntas sobre el asunto del que huye. Y por lo general, preguntas muy documentadas. La sorpresa la vivimos la semana pasada en una conferencia en la Escuela de Inteligencia de las Fuerzas Armadas dominicanas donde bastantes asistentes a un curso de agregados en embajadas tenían un conocimiento pormenorizado de la crisis. Ana, una coronela muy preocupada por la Ciberseguridad y la ingerencia rusa, conocía al detalle la intervención activa de Assange, intervención generosamente subvencionada desde la Generalitat. Un viejo coronel se confesó en privado a la salida: “Oigo las noticias cada mañana y España me hace sufrir mucho.”

Tres impactos destacan en los comentarios sobre el resto: la declaración de independencia de Puigdemont, la represión policial del 1 de octubre, que dejó una imagen penosa mundo adelante, y la intervención televisiva del rey Felipe, en general bien valorada. Y una pregunta recurrente, además de la incógnita electoral: ¿no se hubiera podido evitar todo esto, si parece tan fácil que hasta Puigdemont pensó en convocar elecciones? Sí. De hecho, estaba decidida la convocatoria en la madrugada del jueves, tras una larga reunión del Govern y las organizaciones Òmnium y la ANC. El conseller dimisionario Santi Vila revela ahora que aquella noche estaba lista la nota anunciando la llamada a las urnas y él mismo –“me equivoqué, visto lo visto”– recomendó esperar a la mañana siguiente porque daría muy mala impresión hacerlo de madrugada. La estética sobre el fondo. Pero por la mañana se colaron en el despacho de Puigdemont los consellers Rull y Turull y lo convencieron de que era un error, además de la activación de una revuelta en las redes. Marta Rovira, que supera a Junqueras en capacidad de invención, días después atribuyó el parón a que Rajoy amenazó con una masacre. Nunca se habló de eso. Ni en reuniones, ni en las conversaciones cruzadas. Rovira ya ha sido desmentida rotundamente por las cuatro líneas de diálogo Gobierno-independentistas que actuaban simultáneamente tratando de evitar la aplicación del artículo 155: la vía vasca, la del cardenal, la del Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo) y la de un profesional del periodismo que actuó de puente entre Vila, Pedro Sánchez, Albert Rivera y la señora Cospedal. Conserva testimonios escritos en whatsapps y SMS de parte de aquellos diálogos “por si hay que acudir como testigo al futuro juicio contra Santi Vila”. Es indiscutible que Vila intentó denodadamente parar la declaración y que Marta Rovira inventó sin ruborizarse las supuestas amenazas.

Con la dolorosa papeleta judicial aún incierta, la asignatura económica es la más expeditiva. Las empresas se han ido y otras esperan a los resultados del 21-D. Mientras, la Agencia Europea del Medicamento ya voló a Ámsterdam, huyendo de la incertidumbre de Barcelona. Y el gran Salón del Mobile se lo piensa. Aguantará en 2018 y después se verá. Ojalá se revierta esa situación que deja tan tocada a la economía catalana.

Entretanto el próximo día 6, fiesta de la Constitución, es el día elegido para arropar a Puigdemont en Bruselas. Se espera una peregrinación. Y ese mismo día la Cataluña que no quiere la independencia convoca una gran manifestación en Barcelona. La tensión muy es alta.

Puigdemont estaba liquidado electoralmente y la permanencia en la cárcel de la mitad de su gobierno lo ha revitalizado. Le falta el golpe final: presentarse en Barcelona rompiendo la campaña emocionalmente a su favor. Otros partidos temen eso y lo contrario: que se dé el asunto por encauzado sin acudir a las urnas. Todo en el aire y riesgo máximo, como se ve. Angustia aquí y hasta en América.

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