CRÓNICA POLÍTICA
El 8-M de la mujer equivale al 15-M de la crisis
periodista
Con la política empantanada y con el inacabable sainete de Cataluña, la abulia dominante se ha alterado sensiblemente por dos factores inesperados: los pensionistas en la calle y, después, las mujeres en huelga. Se preveía una manifestación, pero no tan histórica, y menos un gran paro. Sin duda, el 8-M ya puede compararse con el movimiento de los indignados en las plazas españolas del 15-M. Aquello agitó la política y acabó transformando el bipartidismo tradicional en un juego parlamentario a cuatro, por la entrada arrolladora de Podemos y Ciudadanos, que si sumamos el nacionalismo en distintas modalidades, configuran un pentapartito a la italiana. (Por cierto, que formar gobierno en Italia tras las elecciones del 4
de marzo va a ser tan complicado como lo fue en España).
Lo de los pensionistas irá a más; y a peor. Hay que hablar claro: las cuentas no salen. En un país como España con la pirámide de edad más vieja del mundo tras Japón, o hay más nacimientos, más jóvenes trabajando y con mejores salarios para ampliar la aportación a la Seguridad Social, o la quiebra está anunciada. No se podrán pagar las pensiones que se abonan hoy. Es un grave problema económico. Y es un drama político que los partidos caigan en la tentación de la demagogia en vez de afrontarlo con urgencia, responsabilidad y consenso.
Lo de las mujeres también irá a más; pero no a peor en este caso, sino a mejor. Hay pasos hacia la deseable igualdad que pueden darse inmediatamente modificando leyes y conductas, solo con la energía imprescindible de la voluntad política y el consenso. Otras medidas serán más lentas por su repercusión presupuestaria. Pero hagamos todo lo que ya se pueda hacer, sin más demora, para resolver injusticias. También aquí hay riesgo de demagogia.
En un país empantanado en el que el miedo del Partido Popular al crecimiento de Ciudadanos dispara el endurecimiento del Código Penal –alimentado por casos de desapariciones como Diana Quer, Marta del Castillo, las tres mujeres de Asturias o el pequeño Gabriel en Almería– irrumpen con fuerza dos factores nuevos: pensiones y mujeres. Estaban ya en el debate político pero no con esa centralidad y relevancia.
Lo del crecimiento actual de Ciudadanos recuerda a lo del PSOE antes de 1982 cuando el partido que lideraba Felipe González se percibía como la fuerza modernizadora y regeneradora del país. El riesgo es, como entonces, que en el aluvión se cuelen oportunistas y potenciales corruptos. El caso Luis Roldán, por poner un ejemplo. “Deberíamos disponer de un arco de detección de personajes indeseables equivalente al de metales en los aeropuertos”, comenta Fernando Páramo, un destacado portavoz del partido. Sobre el endurecimiento de las agresiones por el nerviosismo político, Páramo se muestra resignado: “Ya sabíamos que nos apuntábamos a boxeo”.
Mientras, en Cataluña, cualquier voz moderada, o con síntomas de moderación, es crucificada. Al ex conseller Santi Vila, que ha disparado las ventas de su libro De héroes y traidores, lo combaten con saña sus “compañeros” del PDeCAT. Al diputado independentista Joan Tardà lo han martirizado en las redes por sugerir una alianza –que con seguridad apoya desde la cárcel Oriol Junqueras– entre Esquerra Republicana, los Comunes y el PSC, es decir, un nuevo tripartito que cabe suponer en la legalidad. En la sociedad civil, entretanto, crece el hartazgo por la parálisis institucional y progresa la burla de Tabarnia –la ficción de una Barcelona convertida en autonomía española escindida de una Cataluña independiente– que anima con su creatividad teatral Albert Boadella. Para menos bromas están los empresarios alemanes en Cataluña. Al presidente del Parlament, Roger Torrent, le advirtieron que, si la fiesta secesionista prosigue, acabarán marchándose. Y le recriminaron por partidista al llevar lazo amarillo, no acorde con su posición, que exige neutralidad partidaria. Habría que tomárselos en serio para evitar más disgustos.