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CRÓNICA POLÍTICA

Soraya o Casado, con Aznar de testigo

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De los siete candidatos a liderar el Partido Popular, quedan dos. Adiós a Cospedal, secretaria general, que, sumado a la dimisión de Rajoy, marcan el cierre de una época. Nada está escrito para el Congreso del día 20. Ganó Soraya, pero con poco más de la tercera parte de los votos. A la otra tercera parte, la de Pablo Casado, se le pueden sumar muchos de los partidarios de Cospedal y los pocos del resto, tan pocos que Margallo asegura que “a los que me votaron espero agradecérselo casi personalmente”.

Es verdad que ahora el cuerpo electoral será distinto porque en vez de militantes rasos votan los compromisarios; pero los que rastrean en Twitter detectan a partidarios de la secretaría general derrotada pidiendo el voto para Casado; todo por evitar a Soraya. La exvicepresidenta llama a la integración, desde el principio, pero Casado quiere llegar hasta el final. No se arredra ni por sus graves problemas estéticos –o mejor éticos– por su Máster de oferta adquirido en las mismas rebajas que Cristina Cifuentes. Soraya teme esa votación y proclama que “en el ADN del PP está que mande la lista más votada”. Pero ese argumento valdría si ya no hubiera segunda vuelta, con lo que los próximos quince días pueden ser de infarto.

En todo este proceso Rajoy no apareció, ni siquiera para votar. Ni está, ni se le espera. Y, además, empieza el Tour de Francia con lo que tiene las tardes entretenidas y las mañanas las pasa en el Registro de Santa Pola. Sin embargo, Esperanza Aguirre anuncia su presencia en el nuevo programa 120 minutos de Telemadrid –atentos, porque no irá solo para saludar– y Aznar aprovechó la clausura de la escuela de verano de FAES para decir que “es absolutamente imprescindible una refundación del centro derecha en España para conseguir un partido fuerte e integrado”. De Aznar ya les referimos su impactante intervención en la presentación del libro de Javier Zarzalejos No hay ala oeste en la Moncloa. Bueno, pues tomen nota: en septiembre Aznar presentará su nuevo libro y bien es sabido que el expresidente no da puntada sin hilo. Vuelve Aznar; vuelve el bolero. Parece interpretar que el ascenso espectacular de Ciudadanos es producto de la desidia de los que han dirigido el Partido Popular desde que él se marchó. Ese argumento podría discutirse pero, aunque tuviera verosimilitud, no garantiza que exista una masa crítica suficiente que reclame su vuelta. Se ignora si esperará a añadir algunas páginas a su obra tras el cierre del inminente Congreso popular. Veremos.

Si el mes de julio viene caliente, septiembre no defraudará. Los gestos de distensión entre el Gobierno español y la Generalitat continúan: traslado de presos a Cataluña y entrevista Pedro Sánchez-Quim Torra en Moncloa este lunes. Nada está resuelto y el problema continúa siendo grave pero baja la tensión escénica, que se hacía insoportable. Una entrevista así no solo era imposible antes sino que su anuncio hubiera resultado dramático. Que Torra adelante que hablará de autodeterminación antes alarmaría pero ahora salió el ministro Borrell comentando en TVE que hable de lo que quiera y que se le responderá lo que sea conveniente. El propio Torra plantea ya una segunda entrevista en Barcelona el próximo septiembre. Dialogar es siempre interesante, además de que rebaja la tensión.

En la secuencia del último año ha habido momentos especialmente dramáticos en esta crisis: el día uno de octubre con la intervención policial en los colegios electorales y el jueves 26 de ese mes cuando Carles Puigdemont estuvo a punto de convocar elecciones y no lo hizo. Todo se hubiera podido evitar. Después llegaron los encarcelamientos preventivos, que ya va siendo hora que acaben, situación excepcional a la que contribuyen los fugados. Pero otro drama se intuye sin fecha: la soledad de Puigdemont, errante y aparentemente desquiciado. Sus apoyos menguan. Huir no fue buena idea. Si un expresidente es como un jarrón chino –según González– no hay estantería en la que colocar a Puigdemont.

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