CRÓNICA POLÍTICA
España pide más proyecto y menos fotos
periodista
De fotos andamos sobrados en la política española, pero de proyecto muy escasos. Como si los dirigentes de partidos y Gobiernos hubieran confiado su rumbo a los estrategas de imagen, esto solo avanza de foto en foto; pero nada más. Que si Pablo Casado, tras criticar la tolerancia a la inmigración, acude a saludar a unos subsaharianos recién rescatados; que si calles y playas catalanas se llenan de lazos y cruces amarillas mientras Quim Torra sube el pistón y habla de “acusar al Estado”... Hay ejemplos de todas las fuerzas políticas. Son fotos, o frases, pero de proyecto de país, es decir, de saber adónde vamos, nada.
Pedro Sánchez está urgido a presentar su hoja de ruta. A punto de cumplir cien días de Gobierno, lo que antes suponía una tregua y ahora es una simple medición mediática, del presidente se espera que dé a conocer su proyecto, que no puede ser solo ganar tiempo de permanencia en el poder. Y con decretos-ley “manejando con peligroso desparpajo los instrumentos constitucionales”, como advierte el catedrático Sosa Wagner, exeurodiputado de UPyD.
España, a la muerte de Franco, al que ahora se cambiará de cementerio porque fue el único dictador europeo con funeral de estado, tuvo un Rey y un presidente, Suárez, con un proyecto claro: instaurar la democracia. Le siguió Calvo Sotelo que metió a España en la OTAN y avanzó hacia Europa. Con Felipe González el proyecto se llamó modernización y europeísmo. Aznar se propuso liberalizar la economía a su manera (privatizaciones, etc.) e impulsar el atlantismo. Se podrá estar de acuerdo o no, pero había un proyecto. Zapatero se centró en la ampliación de las libertades individuales y Rajoy apenas definió su proyecto con claridad, pero entre su gestión y los vientos de cola favorables (petróleo e intereses bajos) fuimos saliendo –no todos– de la crisis. Conviene ahora saber a dónde quiere llevar a España Pedro Sánchez.
Cierto es que para impulsar un proyecto hay que contar con una mayoría de Gobierno sólida. Ahora no existe. Fue flor de un día para derrocar a Rajoy que estaba embarrancado, y con su partido condenado por corrupción, aunque él vivía feliz porque acababa de aprobar (en mayo) los Presupuestos del año. Cayó Rajoy, apenas nadie lo lloró, y renunció también a la presidencia de su partido. Pedro Sánchez presentó un gabinete tan solvente, salvo excepciones, que sorprendió a todos y comenzó a escribir su relato propio desde varios frentes: solidaridad con la inmigración que se ahoga en el Mediterráneo; distensión en la medida de lo posible con Cataluña; fuerte conexión con la Europa que resiste al populismo (Macron y Merkel); apertura a América Latina empezando por el eje del Pacífico (viaje esta semana a Chile, Bolivia, Perú y Colombia) y así sucesivamente. Se intuye por donde puede ir, pero hace falta armar el proyecto y presentarlo. “Está en eso”, sugiere un cercano colaborador. Es imprescindible porque España anda desdibujada desde hace demasiado tiempo y con una doble amenaza: la inestabilidad europea y el eterno desafío catalán. Prepárense para el septiembre-octubre que viene con un programa que la activista Pilar Rahola explica en un vídeo grabado por un asistente a un acto en la Cataluña profunda: “Ahora va en serio. Tenemos que armarla gorda”, convoca, empezando por una declaración de Torra el día 4, más la manifestación del 11; luego, la celebración del 1 de octubre, el gran éxito mediático mundial del independentismo gracias a la intervención policial en algunos colegios picando el anzuelo. El riesgo siempre es que pase algo irremediable. “Si persistís sois invencibles”, le dijo a Rahola un abogado inglés. Por el mismo criterio, si se produce una desgracia, por la que algunos suspiran, la tensión escalará peligrosamente y la nueva campaña se disparará. “Vamos a por la segunda temporada –dicen los independentistas– con voluntad de que no haga falta una tercera”. Con eso hay que contar. Enfrente, en vez de fotos, mejor tener un proyecto ilusionante para España.