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CRÓNICA POLÍTICA

Investidura presidencial de ruleta rusa

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En este verano que no hay Mundial de fútbol, ni Eurocopa, ni Olimpiadas, los dirigentes políticos españoles han ideado, para entretener al personal en el asfixiante mes de julio, un ingenioso juego llamado “investidura presidencial de ruleta rusa”. Funciona así: después de un largo río caudaloso de palabras, con muchas descalificaciones y despropósitos, se convoca a los 350 diputados-electores en el hemiciclo, el Rey propone a uno –el más votado– para ser elegido, o no, como Presidente del Gobierno, y el resto comienza a disparar votos. Máxima incertidumbre y apuestas durante todo el mes porque nadie es capaz de asegurar si del encuentro, fijado para el 16 y 17, el candidato propuesto, Pedro Sánchez, saldrá de allí Presidente, o bien seguirá en funciones hasta las próximas elecciones legislativas. Serían las cuartas en cuatro años. 2015, 2016, 2019 y las que se ven venir en otoño. De récord Guinness; y de castigo a los ciudadanos y a la economía del país.

Esas elecciones se convocarán inevitablemente si la investidura de ruleta rusa sale mal. Sánchez acude allí sin acuerdos y se le acusa de habérselos trabajado poco, al estilo de su antecesor, Mariano Rajoy. Iglesias llega pidiendo sillones, sacando pecho, sin percatarse de que perdió la tercera parte de sus diputados en las últimas elecciones. Por Albert Rivera habló en la Cadena SER con claridad, su hombre en Madrid, Ignacio Aguado: “Sería fantástico que el PSOE se abstuviera en la Asamblea de Madrid para no depender de Vox”. ¿Lo mismo en el Congreso, o sea, abstención de Ciudadanos, para elegir Presidente de Gobierno? “Eso no tiene nada que ver”. Tiene que ver tanto como que es lo mismo. Si hubiera voluntad de aislar a la ultraderecha, al igual que en Francia o Alemania, y de no darle espacio político al independentismo, hubiera bastado la abstención del PSOE en algunas instituciones y de Ciudadanos en el Congreso, para tener un mapa político bien distinto. En esta crisis, el que queda mejor en la derecha es Pablo Casado. Votará “no” a la investidura pero ofrece la posibilidad de pactos de Estado. Lo llamaron a Moncloa y acudió “por responsabilidad institucional”. El PP no está muerto. Quizás el error principal de Rivera fue, antes, no apreciar la rápida consolidación de Sánchez como presidente, impulsado sobre todo por su actividad internacional. Y su error ahora es no apreciar el asentamiento de Pablo Casado como líder de la oposición. A un grupo de periodistas en el Congreso, Rivera les comentó: “Casado acudió a Moncloa a la llamada de Sánchez y yo no, porque ejerzo de líder de la oposición.”

Por suerte, lo de “disparar votos en plan ruleta rusa” es pura metáfora. Si fueran balas, algunas darían en la diana, otras en el techo y alguno en particular se pegaría un tiro en el pie. Sin descartar que, dada la animadversión y la inquina que se profesan públicamente algunos líderes, es muy probable que tiraran a dar. El New York Times destaca que esta generación de jóvenes dirigentes políticos españoles es extremadamente ambiciosa y quiere alcanzar sus objetivos a toda costa y cuanto antes. Su incapacidad para alcanzar acuerdos con visión de Estado pone en riesgo la estabilidad económica y las inversiones extranjeras, que no aceptan un horizonte de incertidumbre.

Si la ruleta rusa de la investidura falla, iremos a nuevas elecciones. Unos detalles a tener en cuenta: las elecciones se calcula que cuestan unos 300 millones de euros y seis meses de parálisis, estima alguien tan bien informado como José Luis Ayllón, exdirector de Gabinete de Mariano Rajoy.

La ciudadanía está molesta por la inoperancia política y comienza a reclamar un sistema electoral distinto. A dos vueltas. Si el actual está pensado para que pacten, y no son capaces, o no quieren pactar, cambiemos la ley para que la población no se quede decepcionada, con esa sensación que dibujó magistralmente El Roto. A un hombre asomado a un contenedor de basura le preguntan qué está buscando. Respuesta: “Mi voto”. Es así.

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