CRÓNICA POLÍTICA
El “fiasco Messi” castiga al independentismo
Relacionar la palabra declive con la economía catalana costó a algunos articulistas una lluvia de insultos en las aguerridas redes sociales independentistas. Al intensificar el calificativo después con el concepto decadencia, arreció el pedrisco digital. Solo faltaba ahora subir el escalón verbal y hablar de fiasco en la gestión económica del Barça, entidad tantas veces descrita como la guardiana, junto con el Monasterio de Montserrat, de las esencias nacionalistas durante la dictadura.
Es poco discutible afirmar que el Futbol Club Barcelona corre hoy un serio riesgo de “declive” deportivo, de “decadencia” económica y de acreditarse como “fiasco” de gestión.
Un espejo en el que da miedo mirarse. La entidad era exhibida por el procés independentista como estandarte ante el mundo, pero al sobrevenir el riesgo de bancarrota –hipótesis no descartable– el mundo mira ahora al Barça, sí, pero con otros ojos.
Joan Laporta, el reelegido presidente del Barça, ya no habla sobre el desafío independentista como solía coquetear.
Se acabó la fiesta. Ahora está agobiado para remontar una contabilidad de quiebra técnica.
Encima, el culpable habitual de todo –el Gobierno de Madrid– no encaja en el discurso victimista.
Es más: el mismísimo presidente del rival histórico, el Real Madrid, Florentino Pérez, es el que actúa de asesor público de Laporta ofreciéndole la salida de la Superliga europea como remedio para las finanzas devastadas del barcelonismo. Laporta aparece como actor secundario en la opereta deportiva española donde el presidente madridista es la estrella rutilante.
Al socio culé le puede parecer una humillación más: perder a Messi e ir a remolque de las iniciativas económicas del Madrid..
A ver cómo se gestiona emocionalmente el caos psicológico de la salida de Messi y la caída del Barça, al menos por un tiempo, como mascarón de proa del sueño indepe. Al amplio segmento de población que siempre está enfadado con casi todo –el síndrome del “català emprenyat”, según definición acuñada por el periodista Enric Juliana– solo le faltaba la salida de Lionel Messi, encima para alinearse con su rival europeo, el PSG francés. Estremece pensar la depresión que puede provocar Messi en el Camp Nou, con el PSG, liquidando al Barcelona en una eliminatoria de Champions.
Lo vio venir Jaume Giró, ahora conseller de Economía de la Generalitat.
Hombre fuerte de las finanzas en la candidatura de Laporta, se mosqueó cuando este tuvo serios problemas para conseguir los avales exigidos. Dimitió a tiempo y poco después fue seleccionado, se supone que por el expresidente fugado Carles Puigdemont, para entrar en el gobierno de Pere Aragonès.
No es que las finanzas de la Generalitat estén mucho mejor que las del Barça, por lo que su trabajo será muy exigente, pero por lo menos Giró ha dado muestras de que algo se mueve en la política catalana.
Sorprendió que asistiera al Consejo de Política Fiscal y Financiera con los consejeros de las otras 16 autonomías de España. Acababa así con cuatro años de ausencia.
Si hay que dialogar y entenderse, se actúa. “Es poco avance ese”, se señala. Puede ser. Pero si se pone en relación con el tuit de Laura Borràs, presidenta del Parlament, lamentando que el gobierno catalán esté aplazando diez años el procés, concluiremos que algo se mueve.
Y lo de Messi, simplemente lo agrava todo porque resta euforia deportiva y singularidad excepcional en el imaginario colectivo, allí donde los sueños de triunfo futbolístico se confundían para muchos con las aspiraciones soberanistas.