CRÓNICA POLÍTICA
Pedro Sánchez navega esquivando infiernos
Este año decisivo –clave para saber cómo serán los próximos cuatro– avanza trepidante y cargado de simbolismos. Repasen los últimos días: en la reunión de Davos, Pedro Sánchez, donde proseguía con la búsqueda de inversiones para España, recibía el elogio público del presidente del World Economic Forum por su política económica, lo que molestó a varios referentes mediáticos españoles que predican lo contrario. Dos días después, en Barcelona, se firmó el Tratado de Amistad entre España y Francia, lo que irritó especialmente a los independentistas porque el mensaje en la elección del escenario es claro: Cataluña es España.
Podría haberse firmado en Málaga, como sugirió París, pero Sánchez quería subrayar que Barcelona es territorio nacional. El independentismo respondió con una mínima manifestación que solo expresaba su debilidad y contradicciones: el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, recibió protocolariamente a Sánchez y Macron, pero su líder, Oriol Junqueras, estuvo en la calle y encima fue abucheado por los seguidores de Puigdemont. Un fiasco.
Después, los mandatarios visitaron tranquilamente el Museo Picasso y aún le dio tiempo a Sánchez a pasarse por una librería para arropar a Salvador Illa, líder de los socialistas catalanes, que mantiene el pulso a Aragonès. Aviso serio en el fin de semana a Sánchez: o los socialistas catalanes aprueban el presupuesto catalán o Esquerra Republicana convertirá este último año de legislatura en un infierno. El infierno ya se lo querían preparar al presidente español, el sábado, en la plaza de Cibeles de Madrid, en una manifestación de treinta mil personas, o bastantes más, convocada por cien entidades de la sociedad civil contra la reforma de los delitos de sedición y malversación.
Leer la lista del centenar de convocantes que publica el ABC es ilustrativo: van desde el País Vasco hasta Cartagena y desde los foros tipo España Reúne a Hosteleros Insumisos. Núñez Feijóo, prudentemente, no fue por allí, aunque su partido, como lo que queda de Ciudadanos, apoyaba la protesta. Vox mueve los hilos y quiere dar fuerza a una moción de censura que incomoda al PP porque estima que puede reforzar al presidente socialista.Sánchez ya tiene otro infiernillo en casa.
Fue Manuela Carmena, la exalcaldesa de Madrid, la que declaró esta semana: “No querer modificar la ley del solo sí es sí es de soberbia infantil.” Ione Belarra acusó a Carmena de estar contra la ley. No, Carmena apoya la ley, solo que pide que las cosas se hagan bien y se rectifiquen los errores. Lo de la reducción de penas a violadores es indignante.
El otro infierno de verdad está en Ucrania y en las consecuencias que genera. Entre tanta intensidad en España, pasó desapercibido el premio Nueva Economía Fórum que se le entregó a Josep Borrell el viernes en el Teatro Real de Madrid. Su discurso, sin duda, el mejor concierto de la temporada política.
Borrell narró sus intentos de evitar la invasión y ahora por contener el conflicto. Estremeció su crónica de los primeros días de enero de 2022 cuando visitó el Donbás y percibió tambores de guerra. De regreso a Kíev, el primer ministro ucraniano le dijo: “Van a invadir y habrá guerra.
Europa no enviará a sus jóvenes a morir aquí. Pero, por lo menos, envíennos armas para que los nuestros puedan defenderse.” Estima que el desastre ya ha costado cincuenta mil muertos y cincuenta mil millones de euros en armas y devastación. Pero sin beligerancia, solo desde la razón de un político con alma de ingeniero aeronáutico, sentencia: “La guerra solo acabará si gana Ucrania.” Busquen ese discurso y conocerán algunas claves de nuestro tiempo.