CRÓNICA POLÍTICA
50 años de paz en España
periodista
El 20 de diciembre se cumple medio siglo del asesinato del presidente del Gobierno y almirante Luis Carrero Blanco, el número dos de Franco. Era el quinto presidente asesinado en 103 años. El primero, el general Prim, en 1870, al que siguieron Cánovas del Castillo, Canalejas, Eduardo Dato y Carrero. Menudo siglo, con tres guerras civiles (las carlistas) y una conflagración interna devastadora de tres años, tras el golpe de Estado del general Franco. Con la pérdida de las colonias americanas, además de Filipinas; con la guerra dolorosa en el Protectorado español en Marruecos; más dos dictaduras, que sumaron 43 años, y todo tipo de turbulencias. Sí, menudo siglo. Después, la transición, que en cierto modo se aceleró con la muerte de Carrero, dio paso ejemplarmente a la democracia. Nada que ver el último medio siglo vivido con los cien años anteriores. Por desgracia, hubo que soportar el azote terrorista de ETA, el del GRAPO y el FRAP (extrema izquierda) y el de los violentos ultraderechistas. Mil muertos, más la ignominia añadida de que una tercera parte de los atentados están aún sin juzgar, incluido el de Carrero por una amnistía. Pero España inauguró un largo período histórico de paz y prosperidad. Si no lo estropeamos, claro.La lectura diaria de los periódicos, que refleja la intensa crispación política, dibuja un país atribulado. Tensión en el Congreso por el debate de la amnistía impuesta a Pedro Sánchez por el independentismo. Declaraciones desafiantes del propio presidente de la Generalitat asegurando el mismo día, con su gran don de inoportunidad, que ahora van a por la autodeterminación. Amenaza de citar a los jueces del procés para juzgar parlamentariamente sus decisiones, lo que ha obligado al multiministro Félix Bolaños a emplearse a fondo como bombero del gobierno. Tiene ya tres carteras, Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes. Justo sería añadirle un cuarto título de ministerio: Emergencias Políticas.Los jueces están que arden. Tienen su amor propio y temen por la separación de poderes. También exhiben, sin duda, páginas recientes poco edificantes. La persecución judicial y policial a los dirigentes de Podemos fue ruin, para demostrarse diez años después que no había nada de las supuestas corruptelas. El partido político más perseguido. Sin embargo, los fabricantes de las falsas acusaciones ni han sido citados a declarar. Suma y sigue: en cualquier autonomía hay vidas políticas y empresariales interrumpidas, sino arruinadas, por procesos judiciales eternos que luego terminaron en nada. Por no hablar de algunas sentencias excéntricas. Los atascos en los juzgados son impresentables. Vale alegar, en su defensa, que el poder político poco les auxilia, con presupuestos insuficientes y con el Consejo General del Poder Judicial cinco años sin renovar, incumpliendo el Partido Popular, impertérrito, la Constitución. Pero llevar a los jueces al Congreso como pretenden Junts y Esquerra Republicana, cuyos líderes vulneraron conscientemente la legalidad, parece una provocación que el Partido Socialista, por sentido de Estado, no debería en ningún caso secundar. Todo tiene un límite y en algún punto de este alocado proceso político hay que marcarlo.El otro problema es la peligrosa malversación de las palabras. Los que llaman “dictadura” al gobierno actual, surgido de una legal y legítima votación parlamentaria, o no vivieron ni diez minutos de autoritarismo, o simplemente quieren destruir la democracia. Cuando Santiago Abascal declara que a Pedro Sánchez “se le colgará por los pies”, como al dictador Mussolini, se cruzan las líneas del debate político y se llama al odio y a la violencia. Las palabras también matan. Mejor que las haya matizado, al fin, ante Giorgia Meloni. Pero las dijo y las reiteró. Y no merecemos soportar esas provocaciones a la convivencia.