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Que la economía española va bien –aunque enmascare una injusta desigualdad, a mitigar de urgencia– lo prueban dos argumentos rotundos: cifras de paro bajando sin cesar y expectativas de crecimiento esperanzadoras. Y, además, lo ratifica que la oposición no pregunte en el Congreso al ministro de Economía. Se queja Carlos Cuerpo de que lo ignoren parlamentariamente, como le sucede a la ministra Elma Saiz, de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Nadie pregunta para no ser apabullado por cifras positivas; y así contribuyen a que permanezca bajo mínimos informativos que el empleo está en índices de antes de la crisis de 2008; o que el 60% de los inmigrantes menores, ya ahora entre 18 y 35 años y tras su formación en oficios, estén cotizando a la Seguridad Social. Malas noticias para programadores del catastrofismo argumental, como palanca para echar a Pedro Sánchez.“Antes Sánchez tenía el salvavidas de la política exterior, pero ahora suma el flotador de la economía, porque sin él, y con este panorama político, ya estaría fuera de la Moncloa”, escribe el solvente periodista Mariano Guindal en La Vanguardia. Exacto. La sociedad y la economía marchan bien, pero la política cada vez resulta más decepcionante y ridícula. No llegar a un acuerdo sobre el reparto por autonomías de los menores inmigrantes es un espectáculo insolidario que deja al Gobierno de Canarias inerme ante la ola de cayucos. Ver votar en el Congreso contra una salida al problema, o contra los Presupuestos, al trío parlamentario Vox-PP-Puigdemont, da grima. Tienen motivaciones distintas, pero van juntos. No debe extrañar que en las encuestas, pese a todo, Sánchez resista, Núñez Feijóo flojee y Yolanda Díaz se hunda.La oposición necesita más sentido de Estado y más paciencia. Sánchez caerá porque no llegará a 176 diputados, para ser investido de nuevo. El PSOE aguanta en encuestas porque fagocita a Sumar y tras las elecciones generales abandonará el poder. Elecciones que Núñez Feijóo ansía ya, pero la buena marcha de la economía las aleja hasta el término de la legislatura. Es la realidad de España: sociedad y economía van bien y la política no acompaña.Entretanto, españoles y el resto de mundo, vivimos apasionadamente el “peliculón americano” que arrasa en audiencias: en solo un mes asistimos al desastre de Biden en el debate contra Trump; al atentado contra el expresidente republicano, que salvó su vida, pero murió un colaborador suyo que estaba detrás; al resurgimiento del volcán Kamala Harris, finalmente bendecida por Obama (Clinton ya lo había hecho antes) y la expectativa de que no será un paseo electoral del empresario y político tantas veces condenado por delitos económicos, sexuales y otros. Seguramente terminará ganando, pero sus guionistas de discursos, que lo centraban todo en denostar al viejo Biden por su edad, se encuentran ahora frente a una candidata veinte años más joven que su patrocinado. Y con discurso: “Como fiscal general de California me enfrenté a defraudadores, abusadores y delincuentes de todo tipo, así que identifico bien qué tipo de personaje es Donald Trump”, disparó en su primer discurso.Pero Trump se refuerza también con el candidato a vicepresidente J.D. Vance, que viene de los Apalaches y del cinturón de óxido de Ohio. Conoce bien la indignación de la clase obrera pobre blanca y ha llegado para tratar de asegurar doce años de trumpismo: los cuatro de Donald y los ocho siguientes que se reserva para él. Tomen asiento que el “peliculón” de aventuras y drama ya empezó.

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