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América, estremecida por la tensión política española

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Dos preguntas fijas afloran en toda conversación con un ciudadano español de visita en cualquier país de América, bien sea en un encuentro informal o en una entrevista en radio o televisión. Primera: “¿Cómo es posible que en una nación tan desarrollada como España se produzca una catástrofe como la de Valencia?”. Segunda: “Estremece ver a los políticos españoles decirse tantos insultos en sus cámaras parlamentarias. ¿Cómo no se corta eso?”.

Hay sistemas de alarma pero no se activaron a tiempo en Valencia. “Eso es una vergüenza”, decía en su programa Mariasela Álvarez, la reina de la noche televisiva en República Dominicana. Y las especulaciones sobre lo sucedido en las horas de silencio, o desaparición, del presidente valenciano Carlos Mazón, mientras se ahogaban más de doscientas personas, es motivo de comentarios tragicómicos en emisoras de radio y tertulias de varios países.“¿Hasta dónde pueden llegar esos insultos de los políticos españoles, que siempre se distinguieron por el uso de la palabra acertada y constructiva durante la Transición de la dictadura a la democracia?”, reflexionaba en pantalla Pablo McKinney, uno de los más sólidos periodistas latinos. Realmente la combinación de la catástrofe comunicativa valenciana –“el lodo de la inundación y el lodo de los bulos”, como lo definió Durán Lleida– más los impresentables espectáculos de los miércoles en la sesión de control parlamentario al Gobierno, actúan como una tenaza de degradación de imagen en los países de habla castellana. Casi todos siguen la política española al detalle. Conocen a Pedro Sánchez y a Núñez Feijóo, y recuerdan bien a Felipe González y a Aznar; pero también saben quienes son Koldo y Mazón. Menudos embajadores. Solo se salva el rey Felipe, en parte porque cuida con su presencia frecuente en América una imagen que genera respeto bastante generalizado en la población. Lo del populismo mexicano gobernante va en cuenta aparte, como maniobra de distracción de los crecientes problemas internos y la erosión de la democracia en ese país. La escandalosa modificación del sistema de elección de jueces amenaza en México la división de poderes, que es la base del estado de derecho.La agresividad verbal sin límite de la política española, que sorprende que alcance a familiares de los dirigentes, genera en algunos periodistas la creencia de que el país vive en una excitación peligrosa; y se amplifican noticias como la de algún reciente homenaje al general Franco que, en realidad, no tiene apenas relevancia. “España va bien y su economía crece más que la de los países de su entorno, pero la política está por debajo del nivel de convivencia y deforma la realidad”, comparte el propietario de un potente grupo de medios de comunicación edificado por emigrantes asturianos.Habrá que sentarse y reflexionar en España sobre el espectáculo que se da al mundo, erosionando un prestigio ganado a pulso. En el Parlamento europeo ya nos advirtieron que no querían la exportación de conflictos internos. “No es buena idea traer esa polarización aquí”, dijo el portavoz de los Verdes. Cualquier conflicto político español primero se “judicializa” y después se “europeíza”. Ya sabemos que eso no solo está mal visto en Bruselas y otras capitales. En América se vive con preocupación y desagrado. España es punto de referencia en muchos ámbitos, además de destino perseguido por tantos latinos, como en su día América fue el sueño de emigrantes españoles e italianos. Un poco de cordura y serenidad, por favor.

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