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Personajes estrambóticos ilustran un mundo desquiciado

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El mundo da miedo, aún más, desde el 20 de enero, cuando Donald Trump entró de nuevo en la Casa Blanca. Llegó, anunció que quiere llegar a Marte, para delicia de Elon Musk, sacó docenas de decretos preparados previamente (entre otros para extraditar en masa a inmigrantes, confundiendo “delincuentes” y “terroristas” con personas huidas de la miseria o la represión) y empezó a lanzar bravatas para amedrentar a medio mundo: a los daneses porque quiere Groenlandia; a Canadá porque aspira a convertirla en el estado 51 de la Unión; a los panameños por su Canal; a los mexicanos por llamar “Golfo de México” y no “Golfo de América” al accidente geográfico que comparten ambos países; a los europeos porque supuestamente “le estiman poco y le tratan mal”; a los chinos porque se hace insoportable su creciente supremacía comercial, y así sucesivamente. Claro que el mundo da más miedo después del 20 de enero, porque se entiende que empieza una nueva época con un renacido expansionismo americano y una ruptura de los equilibrios con algunos de sus aliados, especialmente la Unión Europea.Tres mujeres, especialmente, le han respondido, para su disgusto: la presidenta europea, Úrsula Von der Leyen, en el Foro de Davos donde anunció que “cooperaremos desde la UE con todos, por supuesto con nuestro aliado Estados Unidos, pero también con China”. Le mentó la bicha. Y Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo: “Captaremos talento de Estados Unidos descontento con la nueva situación”. Fue en Washington donde otra mujer, en este caso la obispa Mariann Edgar Buddy, le dijo en su cara en la misa de investidura que “hay que tener misericordia y piedad con los que más sufren, entre ellos los inmigrantes que temen ser deportados y los niños gays, lesbianas y transexuales”. Trump le respondió furioso en un tuit exigiéndole disculpas por haber hablado de misericordia con los inmigrantes, que son su enemigo ideológico declarado.Con esa película en la pantalla de nuestras vidas, nos sorprende la aparición continua de personajes estrambóticos, además del propio Trump. Léase Elon Musk, que además de inmiscuirse en las elecciones alemanas donde no pinta nada, se descubre que hacía trampas en su videojuego preferido del que se proclamaba “campeón mundial”; o del diputado portugués de extrema derecha Miguel Arruda, acusado de robar maletas en las cintas de los aeropuertos para vender su contenido en una web; o del propio Santiago Abascal, feliz por haber sido invitado a la toma de posesión del magnate, aplaudiendo un discurso que probablemente gravará a los viticultores españoles y a los cultivadores de aceite y aceituna negra de mesa que ahora se exporta a Estados Unidos; o Puigdemont, que se alía con el Partido Popular y Vox perjudicando a millones de pensionistas con tal de seguir su pulso con Pedro Sánchez al que reclama una amnistía particular sin pasar por los juzgados; o el juez Adolfo Carretero con un interrogatorio bochornoso a una denunciante de abuso sexual; o los integrantes de la nueva oligarquía digital mundial (la “tecnocasta”, los llamó Sánchez en Davos) que se quitan el disfraz de hombres buenos y se suman al carro de Trump aportando graves decisiones que perjudican la calidad de la democracia en el mundo: por ejemplo, la retirada de los verificadores antibulos y antidesinformación en Meta, como antes ya se hizo en otras redes.Ese es el espectáculo mundial con protagonistas estrambóticos al que estamos convocados como extras, extras de una película de drama que hay que evitar que sea de terror.

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