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Un retroceso cultural

Periodista musical

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Estos últimos días se ha completado el (pen)último sinsentido cultural (musical) que nos ha afectado directamente. El ilusionante anuncio, hace un par de años, por parte de Neo Sala, responsable de la productora Doctor Music, de que se había programado para este 2019 la resurrección, veinte años después, del añorado Festival de la Vaca en los prados de Escalarre, se ha visto truncado por su cancelación reciente, ante la posibilidad remota de que “apocalípticas” tormentas jamás acontecidas anegasen los prados. Quién sabe por qué clase de intereses “ecologistas” espurios, la Generalitat de Catalunya, vía su ACA (Agència Catalana de l’Aigua), ha optado por prohibir de los conciertos en el Pirineu de Lleida, obligando a la productora a replantear su proyecto reprogramándolo en un marco urbano y duro como el del circuito de Montmeló. Las comparaciones son odiosas, pero nada que ver entre el maravilloso entorno pirenaico y las vistas al marasmo de carreteras circundante del popular circuito catalán de Fórmula 1 y MotoGP. El caso es que el desencanto y frustración entre las poblaciones afectadas y sus entornos hoteleros y de restauración respectivos han sido mayúsculos, tanto como lo ha sido para los miles de aficionados que ya habían adquirido sus entradas. Y es que, tras el anuncio del traslado del festival a la provincia de Barcelona, más del 80% de los asistentes comprometidos han optado por pedir la devolución de su dinero. ¿Intereses económicos de quién sabe qué? ¿Política centralista desde la metrópoli capitalina? ¿Hubiese ocurrido lo mismo si las circunstancias se hubiesen dado al revés? Seguramente no… Por desgracia estamos demasiado acostumbrados a vivir situaciones semejantes y con nuestra clase dirigente mirando casi siempre hacia otro lado. El leitmotiv de “per a Lleida ja ens està bé” se nos va interiorizando más y más y más…

Hace cinco años, con la excusa de presentar una selección de mis fotos de conciertos en el libro Lleida Sona! Instants musicals màgics (Edicions de la Clamor, 2014), aproveché para hacer una radiografía amplia al estado del negocio musical en Lleida. Así, hablé de los diferentes agentes intervinientes en el negocio musical desde artistas de los llamados géneros y estilos modernos (tanto los surgidos en nuestro territorio que aparecen retratados junto a los que nos han visitado durante todo este tiempo) a programadores de conciertos, pasando por locales y espacios de actuación estándares u ocasionales, festivales y eventos con sus entidades organizativas respectivas, o sellos discográficos y estudios de grabación, amén de conservatorios, academias y otras entidades formativas diversas, auténticas canteras de las futuras figuras locales. Pues bien, cualquiera que leyera dichas páginas sin prestar demasiada atención o, simplemente, sin conocimiento real de causa, podía llegar a extraer, como conclusión de lo expuesto, que en 2014 el ambiente musical en Lleida era más o menos óptimo a tenor de todo lo que se apuntaba con ejemplos concretos de cada cosa. Nada más lejos de la realidad, puesto que, si uno se acerca a dialogar con la mayoría de los agentes intervinientes en el negocio cultural en general y el musical, en particular, podrá percibir que la situación no es en estos momentos ni mucho menos halagüeña pues, con la excusa de la maldita crisis, parecería que hemos retrocedido en casi todo a lo que vivíamos hace dos décadas largas. Lo privado se ha estado sosteniendo con más pena que gloria y en franco estancamiento, y los poderes públicos, que deberían salir al rescate de los ciudadanos y sus necesidades, cuando vienen mal dadas, han actuado –me temo– conscientemente mal y sin percibir la magnitud de la tragedia. Unas fiestas mayores con cada vez menor partida para su programación musical y nuestros festivales locales (Jazz Tardor, MUD, Interfado, Musiquem Lleida!, etc.) de prestigio y proyección cada vez mayores allende nuestro territorio, pero con ayudas peligrosamente menguantes o directamente inexistentes, inversamente proporcionales al coraje que año tras año siguen exhibiendo las gentes que los lideran. Los equipamientos públicos (Llotja, Enric Granados, Barris Nord, Basses d’Alpicat…) a medio o nulo gas y con programaciones que también han sufrido falta parcial de apoyo institucional amén de haber sido objeto de eventual lucha política.

El sostenimiento de la cultura, las artes y la música y un apoyo sincero y efectivo al negocio que se genera a su alrededor en nuestra ciudad, parecen problemas menores para una Paeria un poco obtusa pero que sí que ha observado inexplicada preferencia hacia Animac o Fira de Titelles –iniciativas también loables y necesarias, faltaría más– frente a la Mostra de Cinema Llatinoamericà de Catalunya o los festivales musicales ya antes mentados u otros menores de nuestra ciudad y alrededores (no es peyorativo, por supuesto) como el Pepe Marín, Kalikenyo Rock o No Surrender, entre varios más, que se antojan peor tratados y de los que, en conjunto, desconozco datos económicos concretos más allá de las voces disconformes con sus situaciones respectivas que me llegan sin cesar.

Si el proyecto cultural estrella de nuestro ayuntamiento de estas dos últimas legislaturas fue un fallido Parc dels Barrufets, con un aroma a especulación que echaba para atrás, apaga y vámonos… Que el cambio que se atisba y sus mentores se preocupen un poco más por todas estas cuestiones, no pido nada más.

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