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Como lágrimas en la lluvia
Desde que un mago, un visionario como Georges Méliès filmó en 1902 Viaje a la Luna y que acabó vendiendo juguetes en una pequeña tienda de la estación de Montparnasse, objeto del olvido por parte de los que ejercen sobre la cultura su mirada miserable, el cine siempre ha apuntado hacía las estrellas. Incluso maestros como Fritz Lang en su etapa muda no pudo resistirse a la tentación con La mujer en la Luna (1929).
La ciencia ficción es un género que ha engrosado la historia del cine, y aún más cuando se ha aliado con la literatura fantástica, ya que su espíritu radica en la fascinación, en el deseo humano de conocer lo que hay más allá de nuestro planeta, y en su defecto, lo que puede llegar a nosotros desde mundos desconocidos, ya sea en son de paz, ya sea como una amenaza que incluso se ha utilizado políticamente.
Uno de los referentes a la invasión marciana vino de la mano del escritor H.G. Wells con La guerra de los mundos escrita en 1898, que fue fuente de inspiración de un joven Orson Welles que en su programa The Mercury Theatre On Air radió en directo un 30 de octubre de 1938 una invasión alienígena en Nueva Jersey y los oyentes entraron en pánico al escuchar frases como “Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado... ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando. Alguien... o algo”.
Este hecho marcó el poder de los medios de comunicación, cómo la ficción puede manipular a las personas, cómo el terror que viene del espacio tendría a partir de entonces un lugar significativo en la radio, la televisión y el cine.
Y es el miedo, la paranoia, la que desarrolló en la sociedad americana un género conductor de los peligros del comunismo. El peligro soviético que amenazaba con destruir el bienestar del American Way of Life. En su mayoría eran títulos de modesto presupuesto, de serie B, como Plan 9 del espacio exterior de Ed Wood ((1956), considerada como una de las peores películas de la historia del cine, y otras que hoy día son consideradas de culto como Invasores de Marte de William Cameron Menzies (1953), La guerra de los mundos de Byron Haskin (1953) –basada en la historia de H.G. Wells–, Vinieron del espacio de Jack Arnold (1953), Planeta prohibido de Fred M. Wilcox (1956) o La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel (1956). Incluso se rodaron películas con mensaje pacificador, mostrando que la amenaza podemos ser nosotros mismos. Uno de los ejemplos más sólidos lo representa Ultimátum a la Tierra de Robert Wise (1951).
Idas y venidas, viajes interplanetarios que en televisión fueron populares en la década de los 70, donde sobresalieron series como la conocida en su día La conquista del espacio (1971) y estrenada en Estados Unidos bajo el título Star Trek, una saga mítica. Otras series en los sesenta y setenta fueron Espacio 1999, Galáctica, estrella de combate, Los invasores o Perdidos en el espacio.
En 1969, Stanley Kubrick realiza 2001: Una Odisea del espacio, basada en una novela de Arthur C. Clarke, que firma el guión junto a Kubrick, marcando un referente en la ciencia ficción gracias a una maestría absoluta, contando incluso con el apoyo de la NASA para exponer el poder de las máquinas representado por el mítico computador HAL 9000, convirtiéndose en una película protegida por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y por el National Film Registry para su conservación.
Y llegaron los 70 y los 80 con películas como Encuentros en la tercera fase de Steven Spielberg (1977), Alien, el octavo pasajero de Ridley Scott (1979), Star Wars episodio IV de George Lucas o Stalker 1979) y Solaris 1972) ambas de Andréi Tarkovski, esta última basada en la novela homónima de Stanislaw Lem.
Los títulos son innumerables y el siglo XXI sigue buscando sus preguntas y sus respuestas. Buena prueba de ello son Distrito 9 de Neill Blomkamp (2009), Moon de Duncan Jones (2009), Gravity de Alfonso Cuarón (2013), Interstellar de Christopher Nolan (2014), Marte de Ridley Scott (2015), La llegada de Denis Villeneuve (2016) o Ad Astra de James Gray (2019).
Todas forman parte de un imaginario, ese que elegimos como referencia, esa película que nos marcó y a la que se regresa siempre como en mi caso es Blade Runner de Ridley Scott (1982), basada en la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Y aquella frase del Nexus 6, Roy Batty, que resume toda su sabiduría sobre lo que existe más allá de las estrellas: “Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”
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