DIS_SUPLEMENT
Soledad y revelación
Sara Mesa (Madrid, 1976) alcanza en su última novela, tras Cuatro por cuatro, Cicatriz, Mala letra, Cara de pan y Silencio administrativo (un libro de no ficción sobre la pobreza en España), la máxima altura en su trayectoria. Concisión y profundidad en una historia a contracorriente.
Sería trivial atribuir sin más a Un amor la denominación de novela neo-rural, precisamente porque esta obra trasciende lo fácil. Así, se adentra en el alma de una protagonista valerosa cuya incursión en un ámbito nuevo atrae hacia ella múltiples espirales socioculturales, vitalistas pero mordaces, que a nosotros nos llegan bajo un pulcro aspecto narrativo de silente reflexión. La joven Nart constituye ella misma otra espiral fundada en la nobleza de su curiosidad moral. Necesita, ante todo, abrirse camino. El paso que da hacia cierta ambiciosa ambigüedad, ofrecido por el personaje de Andreas, es relatado por Sara Mesa con una exquisitez que roza el hiperrealismo.
El eje interior de Nart, en ese extraño pequeño pueblo habitado por vecinos altisonantes e inquisitivos, gira y gira en busca de una respuesta. Tal respuesta es uña y carne con sus propias raíces interiores. Esto es así en el sentido de que existía una suerte de predestinación. El carácter, el alma de esta mujer es altamente exigente, en la mejor acepción de la palabra. Es la filosofía de quien comprende en su silenciosa y melancólica lucidez que solo jugar con la experiencia, romper los diques de la experiencia, podrá acercarla a una comprensión que ya desde el principio, desde siempre acaso, se declaraba inaplazable. El introvertido y misterioso Andreas será el perfecto catalizador del fenómeno que vivirá Nart. El placer, la sensualidad mórbida, la sorpresa y el miedo formarán un ovillo peligroso, pero también van a dar pie a una sabiduría que se esconde tras lo turbio. Aquí, la maestría de Sara Mesa se muestra especialmente en esa cadencia con la que distribuye los acontecimientos, en cierta parquedad expresiva que se vuelve hipnótica mientras transcurre la historia. Por ejemplo, el peculiar personaje de Piter aparece y desaparece en los momentos clave, y Sara Mesa consigue dosificar o intensificar el sentido de su presencia. En definitiva, Nart ha transgredido en una órbita más delicada y brutal, y la pequeña y pacata sociedad que la rodea será incapaz de perdonárselo. Finalmente, Nart decide abandonar el pueblo y cerrar este episodio que ella, honda e inconscientemente, necesitaba. El precio de ir más allá de la soledad, desde dentro, desde los abismos de la naturaleza humana, para alcanzar una suerte de revelación, acaso sea tener que soportar ese temblor que avisa de un peligro abisal. Nart sabe infiltrarse en lo vivido. Como si toda esta novela fuera en sí un solo poema, nos quedamos ante una escena final en la que la protagonista se reconcilia consigo misma. Pero Sara Mesa sabe describir ese balance final casi desde el sosiego, como si soltara un último verso.
Anagrama, 185 p.
Esta novela parca y atípica, con hechuras cinematográficas, siendo tan silenciosa y prosaica, rezuma poesía. Resulta gratificante, una vez concluida la lectura, hacer memoria y pasearse de nuevo por las experiencias vividas por la joven mujer. Descubrimos entonces la robustez en la construcción, la mirada atenta de la propia novelista hacia nosotros. Nos vuelve a situar ante alguien, un ser de ficción perfectamente creíble, a quien la valentía lleva hasta la liberación que ella misma intuía.
?