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La racionalización horaria, entendida como adaptación a los modelos europeos, es uno de los temas cíclicos sobre los que se lleva años debatiendo sin que se registren cambios significativos en el funcionamiento global de la economía. Sí que ha habido modificaciones en los horarios de las administraciones públicas y se ha avanzado en la normativa sobre conciliación familiar, pero los hábitos en España siguen estando alejados de los estándares europeos, tanto en los horarios laborales, como en los hábitos alimenticios y también en las formas y posibilidades de ocio. Las costumbres se van adaptando en función de los tiempos, las necesidades y el entorno cultural, y en este sentido se mantienen hábitos diferentes en el ámbito rural y en el urbano, en zonas o temporadas de climatología suave o extrema, e incluso según la edad de los diferentes colectivos. Y no tienen nada que ver los horarios medios de esta sociedad del siglo XXI con los de hace unas décadas, pero también es evidente que estamos a años luz de los horarios centroeuropeos o escandinavos con cenas a las cinco de la tarde. Es indudable que tenemos que avanzar hacia horarios más razonables, adelantando el inicio y el fin de la actividad, recortando la pausa del mediodía y adaptando los horarios escolares, los de servicios y la administración y hasta los del ocio a estos parámetros para adaptarlos al ciclo solar facilitando la conciliación familiar, y se pueden aprobar medidas para facilitarlos, pero no se pueden imponer por decreto. Entre otras cosas porque si hay sectores profesionales o autónomos que prolongan su jornada laboral, es por necesidad y no por capricho, en algunos casos porque es necesario que trabajen más horas y en otros porque deben adaptarse a la demanda existente y al horario del potencial cliente, y porque hay una tradición cultural y social que invita a prolongar la jornada, a aprovechar la tarde e incluso a alargar la noche, como prueban las mismas programaciones televisivas, tanto privadas como públicas, que establecen los horarios de máxima audiencia en torno a las diez de la noche, dos horas más tarde de la media europea. Y como nadie quiere tirar piedras contra su tejado, hay espectáculos deportivos, televisivos y hasta culturales que se programan a partir de esta hora. Y de la misma forma que algunos comercios prolongan su horario, estamos hablando de cuestiones de rentabilidad que no se zanjan por decreto.

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