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A la vista del ambiente que se respiraba en la celebración de la Fiesta Nacional española y de los gestos de complicidad entre populares y los socialistas presentes, parece evidente que la investidura de Rajoy es un hecho y que tras la defenestración de Sánchez en el PSOE, no hay más alternativa que dejar gobernar al PP, intentar mantener sus feudos y trabajar para restañar heridas alejando todo lo que se pueda el panorama electoral para rehacer un partido, cuyas bases han quedado estupefactas y desorientadas tras el golpe contra el que era secretario general. La decisión en las filas socialistas está tomada, y con este objetivo se descabalgó a Sánchez, pero ahora se trata de explicar a sus bases y sus militantes que sus votos servirán para investir a Rajoy, que durante cuatro años ha impuesto su rodillo para aplicar una gestión de derechas con menosprecio a los dirigentes socialistas, y para que continúe en la Moncloa sin haber ofrecido ninguna contrapartida, ni la menor rectificación. Más bien al contrario, el mapa político español ha experimentado tal giro que los primeros interesados en la investidura de Rajoy en estos momentos son los actuales dirigentes socialistas, mientras que en el PP aún había quien barajaba la absurda posibilidad de unas terceras elecciones con la seguridad de que entonces su mayoría estaría cerca de convertirse en absoluta. Son tan preocupantes todas las alternativas, que habrá que conformarse con el mal menor teniendo en cuenta que llevamos un año sin gobierno, que Bruselas amenaza con sanciones por el déficit o que la parálisis política salpica a la economía, y con el paso de los días ya está asumido que este mal menor es la continuidad de Rajoy aunque para ello tengan que hacerse el harakiri los socialistas. Primero han esperado que se disiparan los efectos del comité federal y ahora empezarán las justificaciones en base a razones de Estado, a la gobernabilidad del país y a los problemas internos, pero los socialistas ya tienen asumido que facilitarán la investidura de Rajoy y que el “no es no” y su autor han pasado a la historia. Habrán salvado los muebles, y tal vez algunos de los inspiradores de la maniobra consigan mejorar las finanzas de sus autonomías, pero la historia juzgará su papel y las consecuencias que tendrá para la izquierda española. Lo que sí marca un hito es lo fácilmente que un dirigente de la derecha ha conseguido el respaldo del primer partido de la izquierda.

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