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Por estas paradojas que tiene nuestra sociedad, ayer coincidían el Black Friday, la apología del consumismo previo a las fiestas navideñas, y el inicio del Gran Recapte, la iniciativa del Banc dels Aliments para garantizar unos suministros mínimos a los colectivos más necesitados. Las dos serán un éxito de resultados y muestran cómo tienen cabida y excelentes resultados iniciativas tan diferentes en su concepción y su ejecución aunque puedan resultar antagónicas y hasta contradictorias, pero significativas de los comportamientos sociales y su evolución en periodos de crisis económica. El Black Friday es el mejor ejemplo de la globalización del consumo y de la importación de costumbres ajenas. Ha llegado sin que se conozca bien su sentido y se ha trasplantado al comercio español por puro mimetismo con el modelo americano sin que haya llegado el Día de Acción de Gracias, la festividad previa que lo justifica en la sociedad estadounidense. Pero hay que reconocer que en cinco años se ha implantado con un éxito creciente hasta convertirse en uno de los días de más venta en los comercios leridanos y catalanes, a remolque de una promoción generalizada, de unos supuestos descuentos más que atractivos y la aplicación de los principios de venta más básicos: comodidad, oferta y precio, multiplicados por la facilidad, y también la relativa impunidad en la sensación de gasto inmediato que ofrece la venta on-line, que es el gran motor de este viernes y de la generalización del consumo. Frente a esta nueva moda, que ha llegado para quedarse e incluso ampliarse con el Cibermonday y otros montajes similares, el Banc dels Aliments es la respuesta solidaria frente a la crisis y las carencias de un sector de la sociedad que no puede atender sus necesidades más básicas y que desgraciadamente sigue ampliándose pese a los cantos de sirena de quiénes consideran superada la crisis económica. El Gran Recapte es una magnífica iniciativa que muestra como nuestra sociedad sigue siendo solidaria y que responde cuando se trata de ayudar a sus semejantes: se han movilizado 26.000 voluntarios en toda Catalunya, unos dos mil en Lleida, y el objetivo es recoger leche, legumbres, conservas o aceite que luego se repartirán entre las familias necesitadas. Y solo en Lleida, hay 29.000 usuarios, y 2.400 bebés, del Banc d’Aliments. La solidaridad tiene que cubrir las carencias provocadas por los recortes en el estado del bienestar.

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