EDITORIAL
Un acueducto absurdo
Para muchos españoles ayer empezó no solo el fin de semana sino un puente cuya duración dependerá de lo que hayan pactado con sus empresas porque el ciclo puede alargarse hasta los nueve días aprovechando que martes, Día de la Constitución, y jueves, festividad de la Inmaculada Concepción, están considerados como no laborables. En unos casos se hará puente por delante y en otros por detrás, pero hay coincidencia en que estamos ante una semana totalmente anómala fruto de un calendario absurdo y que con puentes o sin ellos afectará al normal funcionamiento y a la productividad de las empresas. Lo más llamativo es que el actual presidente, Mariano Rajoy, anunció en su discurso de investidura en diciembre de 2011 que se comprometía a “acabar con los puentes por el coste que representaban para nuestra economía” y se llegó a hablar de trasladar las fiestas semanales al lunes o al viernes, con excepción de las más significativas como puede ser Navidad, Año Nuevo y Reyes. No solo no se ha hecho nada, pese a que durante cuatro años Rajoy disfrutó de una cómoda mayoría absoluta, sino que el calendario ha propiciado que este año las fiestas se intercalen entre semana propiciando puentes o acueductos para todos los gustos. Cuando justificaba la supresión de puentes se llegó a cuantificar el coste de los días perdidos en un 0,45 por ciento del PIB, con cifras que oscilaban en torno a los tres mil millones de euros, y aunque cualquier evaluación es complicada porque las pérdidas en otros sectores se traducen en beneficios para el sector turístico o el de la nieve, es evidente que viviremos una semana anómala y de baja productividad justo en el mes de diciembre, que acostumbra a ser trascendental en la mayoría de empresas. Evidentemente, no se trata de eliminar ninguna fiesta laboral, ni de laminar los derechos de los trabajadores, pero sí habría que buscar un mínimo de racionalidad y tal como hacen otros países agrupar las fiestas en torno al fin de semana de forma que también el sector turístico pudiera beneficiarse de los ciclos festivos, y al mismo tiempo coordinar los días no lectivos en la enseñanza con las fiestas laborales porque esto también contribuye a la conciliación familiar. Algo que no se dará durante esta semana, en la que cada cual se organiza como puede y en la que el resultado será el descenso de la productividad. Y no parece que esté la economía para lujos como esta semana.