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Por primera vez desde que la OCDE elabora el informe PISA, el Programa para la Evaluación Integral de Alumnos, y ya son quince años, las medias española y catalana superan la media de los 72 países evaluados y mejoran sensiblemente con respecto a evaluaciones anteriores en los que los resultados habían sido malos. En esta ocasión, la media española queda ligeramente por encima de la de la OCDE en lectura, sigue ligeramente por debajo en matemáticas y queda igualada en ciencias, mientras que si vamos a la media catalana está por encima de las medias españolas en los tres conceptos, aunque no mejora en comprensión lectora. Y de la misma forma que en otras ocasiones, se criticó con dureza el sistema educativo, en esta ocasión hay que valorar positivamente los resultados por lo que supone de mejora en un baremo que, evidentemente, no es la Biblia, pero sí es un instrumento útil y objetivo para valorar el nivel de conocimientos comparativamente con el resto de países. Pero conviene no lanzar las campanas al vuelo porque el nivel del conjunto de la OCDE ha bajado significativamente y las puntuaciones que reciben España o Catalunya siguen siendo similares a las de hace una década y sobre todo, porque en el caso español hay dos elementos distorsionadores de la buena evaluación general: el primero es el extraordinario porcentaje de alumnos repetidores que se registra, que es 19 puntos superior a la media con todo lo que supone de fracaso escolar, problemas de aprendizaje e incremento de costes. El segundo elemento preocupante es la brecha existente entre autonomías, de forma que las diferencias entre las autonomías mejor valoradas Castilla-León y Navarra y las peor valoradas, Andalucía, Extremadura y Canarias, equivale a un curso y medio de diferencia, con un margen superior a los cincuenta puntos en el informe. Son dos puntos negros a corregir, pero teniendo en cuenta que la evaluación llega después del desastroso mandato del ministro Wert y de unos recortes significativos en los presupuestos educativos, hay que valorar positivamente los resultados aunque seguimos lejos de los países con excelencia educativa. Y sobre todo, hay que valorar que, como recordaba días atrás el pedagogo Tonucci en su investidura como doctor honoris causa, en la enseñanza lo fundamental no son las leyes, ni los programas, sino los docentes, los profesores. A ellos les corresponde el mérito de este aprobado.

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