EDITORIAL
Las cifras del empleo
El paro se redujo en 390.534 personas en 2016 en el Estado español, el mejor año de la serie histórica y cuarto seguido de descensos, lo que permite que desde 2012 se haya reducido en más de un millón de personas (1.145.749). Solo en diciembre, el desempleo se contrajo en 86.849 personas, cortando una racha de cuatro meses consecutivos de alzas, gracias al tirón de la campaña de Navidad. Así, la cifra total de parados en España queda en 3.702.974 personas y continúa en los niveles más bajos de los últimos 7 años. Cifras positivas que también se trasladan a la creación de empleo, que marca récords desde 2006, tras un aumento de 540.655 afiliados a la Seguridad Social en el año, hasta las 17.849.055 personas ocupadas, la cifra más alta desde 2009. Los descensos de desempleados los encabezan Andalucía (79.897 menos) y Catalunya (62.023), siendo esta última la líder en creación de empleo del Estado, con 119.185 afiliados más (3,88%). En cuanto a Lleida, se acabó el 2016 con 3.007 parados menos, en la misma tónica general positiva. Los servicios se erigen como el puntal de la recuperación, del modelo basado en el turismo que ha permitido encarar la salida de la crisis. Respecto a la construcción, es uno de los sectores que se reactivan con la mejora de la economía. Después del estallido de la burbuja inmobiliaria, era una auténtica trituradora de empleo, pero con la vuelta de las grúas es uno de los que más trabajo genera. Las trampas que esconden estas cifras las destacaron convenientemente los sindicatos: la mayoría del nuevo empleo es precario, por días e incluso por horas, y temporal y los salarios básicos rozan en muchos casos la pobreza, como los definió la consellera de Trabajo y Asuntos Sociales de la Generalitat, Dolors Bassa. Por tanto, aunque sobre el papel los datos invitan al optimismo, ni en las familias ni en las empresas se percibe esta mejoría evidente que muestran las cifras y el año que comienza debe servir para dignificar los salarios, estabilizar el empleo y sentar las bases para la creación de trabajo de mayor calidad. Y lo más importante de todo, planificar las estructuras laborales necesarias para posibilitar la incorporación de los jóvenes, evitar la fuga de cerebros, incentivar la innovación y garantizar las pensiones a todos aquellos que llevan más de 30 años trabajando y viven con la incertidumbre de si cobrarán todo por lo que han cotizado.