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A pesar del reconocimiento que hace el artículo 2 de la Constitución española sobre la existencia de “nacionalidades y regiones” con las diferencias implícitas que comporta, la política en España de los últimos tiempos tiende a la uniformidad y la generalización del “café para todos” que se impuso como norma para la política autonómica, con las “intocables” excepciones de Catalunya y Euskadi. Y habrá que decir que es claramente contrario al espíritu constitucional, que tanto se invoca considerar, que están en plano de igualdad Catalunya y autonomías de nuevo cuño como Murcia o la Rioja o incluso ciudades autónomas como Ceuta y Melilla, pese a las evidentes diferencias de historia, cultura, economía y hasta conciencia nacional. Si en la Constitución se habla de nacionalidades es precisamente para marcar esta diferencia que ahora Rajoy, y sus antecesores, se empeñan en negar con una Conferencia de presidentes autonómicos, que es la plasmación del “café para todos”. En este sentido, es lógico que los presidentes de Euskadi o Catalunya, que no se consideran autonomías, no acudieran a un acto inconcreto, con más carga protocolaria que decisoria y que podría haber derivado en un pulso como ha sucedido con las reformas estatutarias para conseguir tanto como el que más, con cláusulas específicas para igualarse con Catalunya. Es evidente que la cuestión autonómica sigue sin resolverse y ni siquiera se respeta lo pactado en 1978, con un marco que aprieta mucho a unos y les resulta holgado a otros que han tenido que construir su autonomía y sus referentes en estos años, por lo que se hace imprescindible una redefinición que se adapte a las demandas, respete especificidades y aplique criterios de solidaridad y no un simple trasvase de recursos de unas autonomías a otras. De la conferencia de ayer, solo salió el compromiso de Rajoy de promover un nuevo sistema de financiación autonómica y aquí puede entenderse que Euskadi siga al margen, porque con el concierto ya tiene garantizados tanto sus recursos como su autonomía financiera, pero Catalunya tiene que estar presente para plantear sus agravios, defender sus derechos y exigir un mejor trato fiscal. Por mucho que para algunos ya se haya superado este marco y estén en otra fase reclamando la independencia, mientras no llegue y haya una mayoría cualificada, habrá que negociar con España un mejor trato, que pasa por una financiación más justa.

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