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El primer presidente negro de los Estados Unidos, Barack Obama, traspasará hoy la presidencia al multimillonario Donald Trump porque así lo han querido los votantes estadounidenses y antes de que empiece el mandato ya puede asegurarse que las diferencias son sustanciales: si el primero se ha caracterizado por la dignidad con que ha asumido la presidencia sin caer en ninguno de los escándalos tan habituales entre algunos políticos, el segundo llega marcado por una trayectoria machista, xenófoba, de insultos a la prensa y a sus discrepantes y de desprecio a los vecinos y hasta los aliados. En el momento de la despedida, es de justicia valorar los ocho años de Obama y resaltar que han sido dos mandatos, que pese a las críticas y algunos errores, han servido para mejorar los Estados Unidos y su imagen en el mundo, para potenciar el respeto a los derechos humanos y en los que se ha trabajado para reforzar la paz en el mundo. Obama llegó a la Casa Blanca en medio de una crisis económica sin precedentes con un nivel de desempleo que no se recordaba desde la depresión de 1929 y se va con doce millones de empleos creados y niveles mínimos de paro, con la economía recuperada tras reflotar la industria automovilística y el sector financiero, que estaban al borde de la quiebra. En política social ha hecho realidad el “sí, podemos” impulsando una reforma sanitaria para garantizar la atención a los desfavorecidos sin precedentes en los Estados Unidos y en la que habían fracasado sus predecesores demócratas y aunque ha favorecido la integración racial, ha tenido que padecer graves incidentes de violencia policial contra las minorías negras que revelan la gravedad de este problema en la sociedad estadounidense. En política exterior se encontró con las guerras de Afganistán e Irak y se va con la de Siria en pleno apogeo y con el yihadismo convertido en una amenaza mundial, pero ha sido un defensor de la unidad europea y un fiel aliado del viejo continente, ha descongelado las relaciones con Irán y con Cuba, ha frenado el tradicional intervencionismo norteamericano y ha impulsado el tratado de no-proliferación nuclear y la lucha contra el cambio climático, pese a la oposición de las mayorías republicanas en el Congreso. No ha conseguido todo lo que prometió, pero sí lo ha intentado y se va defendiendo la libertad de expresión y el aviso de que intervendrá si se discrimina a minorías o inmigrantes. Tendrá que hacerlo.

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