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Decíamos el viernes en esta misma sección, pocas horas antes de que Barack Obama traspasara la presidencia de Estados Unidos al multimillonario Donald Trump, que se le echaría de menos. Y el primer movimiento del nuevo presidente ha confirmado esta premonición, especialmente los veinte millones de personas que estaban desprotegidas sanitariamente y consiguieron cobertura con el anterior inquilino de la Casa Blanca. En efecto, su primer acto nada más pisar el Despacho Oval una vez terminado el desfile presidencial ha sido firmar un decreto que abre la vía para acabar con la reforma sanitaria de su predecesor, conocida como el Obamacare, instando a los departamentos gubernamentales a flexibilizar su regulación a la espera de que el Congreso y el Senado debatan cómo derogar y reemplazar esta ley. Si el populismo, nacionalismo y agresividad de su discurso inaugural ya encontraron respuesta en la calle con actos violentos protagonizados por unos 500 activistas vestidos de negro que prendieron fuego a vehículos y se enfrentaron a la policía, ayer la oposición a Trump se hizo más patente con la multitudinaria manifestación de centenares de miles de personas, en la conocida como Marcha de las Mujeres, en Washington y en varias grandes ciudades del país y también de Europa, con consignas en defensa de la diversidad y de los derechos humanos que ven amenazados por un Donald Trump que se ha convertido en el personaje más poderoso del mundo.

Estamos pues ante el inicio más tumultuoso del mandato de un presidente de los Estados Unidos, y está por ver hasta cuándo durará este pulso que se ha establecido entre el nuevo inquilino de la Casa Blanca y la calle, ya que acabar con el Obamacare solo es una de las promesas electorales que hizo y que hicieron palidecer a una gran mayoría porque serán una fuente de conflictos. Esperemos que la división hacia Trump que existe en las propias filas republicanas y las normas garantistas que tiene incorporadas el sistema político norteamericano puedan frenar o reconducir los delirios de este multimillonario metido en política al que el escritor inglés John Carlin retrató como un hombre de 70 años con el desarrollo emocional de un chico malcriado.

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