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La conferencia del president Puigdemont en Bruselas se ha quedado por ahora para consumo interno y quizás no fue el éxito político y mediático que sus organizadores esperaban, primero porque ya se encargaron los eurodiputados del PP de contraprogramar el acto, contando con el apoyo del nuevo presidente del Parlamento Europeo que convocó a todos los embajadores y segundo porque, pese al despliegue previo, el tema catalán no figura entre las cuestiones prioritarias de la agenda europea, más pendiente de los primeros pasos de Trump o de solventar las contradicciones internas que de abrir nuevos frentes de polémica con un enfrentamiento directo con un estado miembro. Pero las valoraciones a posteriori del acto no invalidan el sentido de la conferencia y la trascendencia de que el presidente y el vicepresidente del gobierno catalán expliquen en Bruselas sus planteamientos y sus legítimos objetivos políticos. Puigdemont puede y debe explicar en todos los foros a su alcance el programa político con el que fue investido e intentar convencer a quienes desconocen el procés cuáles son las causas del conflicto, explicar su postura y buscar apoyos para que pueda llegar a celebrarse un referéndum negociado que recoja la voluntad del pueblo catalán. Pero también está claro que la prioridad que exigirá Europa y la comunidad internacional es que el procés tenga un amplio consenso y así lo han admitido dirigentes independentistas reclamando que debe ampliarse la base de apoyo, y para esto harán falta políticas transversales y no centrar la gestión del Govern en el monotema de la independencia como quedó demostrado en el abanico de preguntas que le plantearon al president en el programa de TV3 del pasado domingo. El seguimiento de la hoja de ruta debe ser compatible con medidas para recuperarse de los recortes, para garantizar la sanidad y la enseñanza públicas y para mejorar el estado de bienestar, y no como sucede en algunos casos como excusa para evitar que se afronten problemas urgentes. Las prisas nunca son buenas consejeras y menos cuando el apoyo al objetivo no es masivo y hay que trabajar primero para conseguir esta base amplia y luego trasladar los datos a la comunidad internacional. La experiencia de otros procesos demuestra que no basta con un voto por encima del 50 por ciento pero sí que es argumento contundente cuando se consigue el respaldo de una mayoría amplia.

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