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Más de 900 diplomáticos estadounidenses han protestado por el veto de Donald Trump a la entrada en el país de inmigrantes, refugiados o cualquier persona procedente de siete países musulmanes. Y lo han hecho por escrito utilizando un recurso oficial: el Dissent Channel o canal de desacuerdo o discrepancia, que fue creado en una época especialmente conflictiva en Estados Unidos, la de la Guerra de Vietnam. Sin embargo, este canal institucional, único en su género y que permite a diplomáticos y funcionarios criticar la política exterior, no le merece ningún respeto a la Administración Trump. La rebelión de los diplomáticos coincide con la de cuatro estados –Massachusetts, Nueva York, Virginia y Washington– dispuestos a emprender una batalla legal contra el decreto presidencial. Por su parte, la Unión Europea también ve en el veto una amenaza para los valores fundamentales de la democracia y la libertad, que tienen su origen en el viejo continente y de los que Norteamérica ha hecho bandera y estandarte. En la misma línea se ha expresado la ONU, cuyo secretario general, António Guterres, afirmó ayer que ningún país puede manejar sus fronteras teniendo en cuenta “cualquier forma de discriminación por religión, etnia o nacionalidad”. El odio hacia Occidente y los valores democráticos que las políticas del nuevo inquilino de la Casa Blanca están sembrando en el mundo musulmán puede ser de incalculables consecuencias y sin duda comportarán un retroceso en la búsqueda de la paz, la justicia y la igualdad en el mundo. Línea roja El cartel de la sección de la CUP Endavant en el que se puede ver a una enfermera abofeteando al conseller de Salut, Antoni Comín, en protesta por los recortes es una línea roja que nunca debería haber cruzado este colectivo. La voz más conocida de Endavant, Anna Gabriel, se negó ayer a retirarlo y aseguró que era solo una metáfora de lo que la falta de recursos comporta para la sanidad pública. La líder de la CUP debería preguntarse qué diría ella misma o sus compañeros si en otro cartel ella fuera la agredida. No todo vale y banalizar la violencia es una línea roja.

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