EDITORIAL
Un error y una torpeza
Ha empezado el juicio contra el expresident Mas, la exvicepresidenta Ortega y la exconsellera Rigau por la consulta del 9-N y hay que insistir en que estamos ante un fracaso de la política y que no hubiera tenido que celebrarse y también podemos añadir que no solucionará absolutamente nada. Estamos ante uno más de los muchos errores que se están cometiendo en la gestión del procés porque una actuación política, aplaudible, criticable o incluso estéril pero estrictamente política, se ha trasladado al ámbito de los tribunales, porque jurídicamente es rebatible si hubo una orden concreta del TC y si participaron activamente los encausados o puede probarse una supuesta desobediencia y también porque institucionalmente ensancha la brecha entre Catalunya y España, con intercambio de acusaciones sobre atentado a la democracia y al libre ejercicio del derecho a votar por un lado o presiones a los jueces por otro. Pero al margen del error político, jurídico e institucional de sentar en el banquillo a un expresidente de la Generalitat por haber sacado las urnas a la calle, sobre todo es una torpeza supina que da alas al independentismo, mantiene vivo el “suflé”, facilita la creación de los mártires que necesita el procés y rompe los pocos puentes que puedan quedar. Da la impresión de que nadie tiene ganas de afrontar el problema en una mesa de negociación y que desde Madrid los mismos que consideraron el 9-N una costellada parecen convertirse ahora en herederos de Espartero, el general que proponía bombardear Barcelona cada 50 años, mientras que aquí los que redujeron la consulta a un “proceso participativo” plantean repetirlo con los mismos o muy parecidos imponderables, jaleados por los más hiperventilados que no tienen empacho en asegurar que hacen falta 500 independentistas en la cárcel para garantizar el éxito del proceso. A la vista de lo sucedido en los últimos años, nada es descartable y es incluso probable que los errores se repitan, porque somos un país propenso a la épica y a hacer de cada jornada un día histórico, pero la inmensa mayoría de catalanes sí agradecería un esfuerzo por parte de todos para buscar puntos de acuerdo y no de ruptura, para reducir los factores de incertidumbre, para no crear zozobra, para respetar a las mayorías sin quebrantar a las minorías y sobre todo para que todos los pasos que decidamos dar estén marcados por la tolerancia y el respeto.