EDITORIAL
Llamada al diálogo
En una iniciativa insólita, el presidente y el vicepresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, publican un artículo conjunto en el diario de más difusión en España, El País, en el que piden “que gane el diálogo, que las urnas decidan” y en el que partiendo de la reivindicación escocesa de un referéndum y su posterior realización con altísima participación, el 84,59%, y el resultado favorable a mantenerse en el Reino Unido, reclaman un trato similar y que en Catalunya también pueda celebrarse un referéndum. Estamos ante un planteamiento diferente en el que los dirigentes catalanes están dispuestos a sentarse a la mesa y a hablar y negociar sobre todo, y no a informar sobre la pregunta y la fecha, pero la respuesta sigue siendo la misma y desde Madrid algunos la interpretan como un gesto de debilidad, otros hablan de propuesta trampa y la mayoría, gobierno incluido, se remiten a la legalidad con la sentencia de Rajoy de que “no se puede negociar lo que es ilegal”. Y aquí sí se puede discrepar del presidente del Gobierno tanto sobre el ámbito de negociación como sobre el concepto de legalidad, porque la historia reciente de España está asentada sobre una negociación para que los mismos procuradores en Cortes que habían jurado fidelidad a los principios fundamentales del Movimiento votaran a favor de la reforma democrática y unas elecciones libres y conviene recordar a estos legalistas que las ansias de democracia saltaron por encima de la legalidad entonces vigente, porque las leyes son la expresión de la voluntad de un pueblo, no son inmutables y pueden adaptarse a la negociación y la evolución de cada sociedad. Hay que estar muy ciegos para no percatarse de los cambios experimentados en la sociedad catalana en los últimos años y ser muy torpes para pensar que los problemas se arreglarán solos o a golpe de sentencia como recordó el saliente presidente del Tribunal Constitucional, y hay que suscribir la frase de Antonio Garrigues Walker recogida en el artículo, con la que a buen seguro estamos de acuerdo todos, que dice que “en democracia no existe el derecho a no dialogar”. Si la completamos con que para cambios significativos también hay que conseguir mayorías cualificadas y que la democracia no solo es el gobierno de la mayoría sino también el respeto a la minoría, tendremos la base para empezar la negociación. Y desde Madrid deberían atender esta llamada al diálogo.