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Pueden respirar tranquilas las autonomías que habían puesto el grito en el cielo, con Andalucía y Valencia a la cabeza, después de las promesas de Rajoy de la semana pasada de que incrementaría la inversión en Catalunya, porque el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, le ha enmendado la plana con los presupuestos para este 2017, explicando que los millones prometidos llegarán el año que viene. Si Dios y Montoro quieren y si la economía se recupera. De momento, para este año más de lo mismo y aunque el ministro confía en aumentar la recaudación un 7,9 por ciento porque espera que se recupere el consumo, este incremento no se traduce en más inversiones, sino en la reducción del déficit público en un 3,1 por ciento, la supuesta consolidación del crecimiento económico y la creación de empleo. En la práctica, el desglose de gastos prevé que el 40,7 por cien se irá a atender las pensiones y el 9,4 a pagar intereses de la deuda, con lo cual ya cubre la mitad de la partida. Por lo que respecta a las inversiones, no se refleja la supuesta recuperación económica porque bajan en el conjunto del Estado y aunque en Catalunya aumenta porcentualmente y pasa del 10,7 al 13,4, es un triste consuelo porque en términos absolutos baja en 30 millones, y en Lleida aún es más escandaloso porque sin las partidas del canal Segarra-Garrigues la inversión baja un 43 por ciento y queda en unos paupérrimos 44 millones, de los que ocho van a la A-14, sólo dos a la N-240 pese a todas las promesas y cantidades más bien simbólicas a la N-230 o la N-260. Y una vez más, las inversiones en Catalunya, el 13 por ciento, se quedan muy lejos del nivel que debería marcar su aportación al Producto Interior Bruto, un 19 por ciento, y de su peso poblacional o económico en el conjunto del Estado, en torno al veinte por ciento, manteniéndose un déficit histórico que explica la situación de las infraestructuras y el malestar general con un sistema que no distribuye ni el gasto ni la inversión con equidad. Si a esto añadimos que buena parte de las inversiones contempladas en 2016 no se han ejecutado, puede entenderse la decepción con que se ha acogido el proyecto, por más que las inversiones hayan disminuido en casi todas las autonomías y que Montoro insista en referirse a los presupuestos de 2018 para cumplir las promesas. Se ha perdido otra oportunidad de impulsar la recuperación económica y de reparar agravios históricos con Catalunya.

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