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Acaba la Semana Santa que para unos ha significado profundizar en su religiosidad, para otros desconectar de la rutina laboral, y para los soberanistas, en especial para el PDeCAT, su particular viacrucis. Empeñado el partido en cortar cuantos más puentes posibles mejor con la vieja Convergència para desmarcarse de la corrupción que le acecha, colocaron al frente a un joven tándem a buen seguro cargado de buena fe pero a todas luces bisoño en el arte de hacer política. De otra manera no se explica que el número 2 y coordinador de organización, David Bonvehí, se explaye en un restaurante, un establecimiento público, sobre la estrategia del PDeCAT diciendo que si fracasa el proceso pondrán un candidato autonomista, cuando afirmaciones de este tipo, la más elemental seguridad aconseja hacerlas solo dentro del círculo más íntimo y estrecho de colaboradores. Lo que ha seguido no son más que nuevos despropósitos, como pedir explicaciones públicas a ERC por la grabación de las palabras de Bonvehí, porque en el local había dos concejales republicanos cuyas voces salen en la cinta diciendo que ya han comunicado estas declaraciones a Oriol Junqueras, y en vez de lavar la ropa sucia en casa llevar el escándalo a Fiscalía para esclarecer delitos contra la intimidad y el honor al estilo de la vía que eligen una y otra vez los enemigos del independentismo que defienden ambos partidos y que tanto denostan.

Parece como si la posibilidad de un adelanto de las elecciones autonómicas haya despertado la desconfianza del pasado entre los dos partidos en el peor momento, puesto que cada vez está más cerca el desenlace del proceso soberanista. Y en medio el presidente, Puigdemont, que tuvo que empezar la Semana Santa haciendo un llamamiento a la unidad del bloque independentista en torno al referéndum después de las divergencias entre la secretaria general de ERC, Marta Rovira, y la vicepresidenta Neus Munté, y la acaba con una nueva intervención para salir al paso de las declaraciones del número 2 de su propio partido asegurando que millones de catalanes han pedido un referéndum, y que lo tendrán. Un rifirrafe que desmoviliza a sus partidarios y que alienta a los partidos españolistas y al Gobierno de Rajoy a seguir en su posición de no al diálogo y sí a los tribunales.

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