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En vísperas del 1 de mayo se ha conocido la Encuesta de Población Activa que no ha presentado buenos datos después de tres años de ligera mejoría. En este primer trimestre se han destruido 69.800 puestos de trabajo y el desempleo ha aumentado en 17.200 personas en España, mientras que en Lleida se han destruido 2.700 empleos y el paro ha aumentado en 1.900 personas entre enero y marzo hasta alcanzar los 24.000 desempleados en la provincia, que en el conjunto estatal son 4.225.000 personas. Con esta cifra, que representa una tasa de desempleo del 18,75 por ciento, es casi una provocación considerar que la economía se ha recuperado o que la crisis se ha acabado, porque seguimos sin crear empleo y ha bastado que la Semana Santa no cayera en el primer trimestre para que los datos fueran malos y lo que es peor, el empleo que se crea es precario, temporal y habitualmente mal remunerado. Es evidente que crece el Producto Interior Bruto, que las empresas, sobre todo las grandes, están recuperando beneficios, que las exportaciones llevan buen ritmo y que las expectativas generales son mejores que hace unos años, pero la economía española no crea el empleo suficiente pese a que el envejecimiento demográfico también está provocando la caída de la población activa. Tenemos un mercado de trabajo en España demasiado estacional que genera empleo básicamente en el sector comercial y en el turismo, por lo que se crea empleo en primavera y verano con el auge de las temporadas turísticas y de ventas, pero esta tendencia no es suficiente para absorber la mano de obra que se perdió con la caída de la construcción y sobre todo para ofrecer un primer empleo a los jóvenes que se incorporan al mercado laboral y tienen que conformarse con contratos temporales y precarios. Tenemos un problema estructural y además de la gravedad de las cifras, la tasa de paro está diez puntos por encima que hace diez años y hay casi un millón cuatrocientos mil hogares con todos los miembros en paro, hay un creciente desequilibrio en la pirámide demográfica con más peso en el mercado laboral de los trabajadores de más edad, los de más de 55 representan el 17,2% y de los prejubilados y jubilados entre la población inactiva, que ya suponen el 39 por ciento, seis puntos más que hace diez años. Y si no se actúa con celeridad creando empleo de calidad para los jóvenes estos desequilibrios pueden hacer peligrar el sistema.

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