EDITORIAL
Un legado en entredicho
Fue el mismo Jordi Pujol quien afirmó, después de reconocer la existencia de sus depósitos en Andorra, que su legado no será borrado por un viento impetuoso y hostil, admitiendo que la vida puede ser una larga hilera de huellas, no todas acertadas y con atajos que hay que rectificar. Por lo que va trascendiendo en las investigaciones, hay que convenir de entrada que tiene mucho que rectificar, porque la trayectoria del conjunto de su familia y su posible connivencia con actividades presuntamente delictivas empañan una trayectoria que para muchos había sido modélica hasta que trascendieron los fondos andorranos.
Desde entonces, se han acumulado una serie de indicios que han llevado a su imputación, a la de su esposa y a la de sus siete hijos por una serie de delitos entre los que está el blanqueo de dinero, la ocultación de su fortuna en Andorra y por lo que se refiere a sus hijos, prácticas relacionadas con adjudicación de contratos y con maniobras de los fondos depositados en el extranjero. El último episodio que le afecta más directamente es la carta atribuida a su mujer en la que firma como la madre superiora y ordena a un banco andorrano la transferencia de “misales”, para referirse a millones, a la cuenta de su hijo mayor, que revela una arrogancia y una sensación de impunidad que contradicen el sentido ético de cualquier gobernante como era Pujol en el momento de enviarse la carta.
De siempre se ha acusado a la esposa del que fue president de la Generalitat de confundir Catalunya con su familia, y así se vio en su comparecencia ante el Parlament, y de interpretar que el país estaba en deuda con su familia por los sacrificios hechos por Pujol y por su vida dedicada al país, pero los hechos: la acumulación de riqueza ilícita, el supuesto cobro de comisiones en las obras adjudicadas por su gobierno, la impunidad con la que han actuado durante años y sobre todo la arrogancia contradicen el mismo espíritu que pregonaba. Fue el mismo Pujol quien admitió en un programa televisivo que aún estaba a tiempo de estropear su biografía y su familia lo está consiguiendo con creces, de forma que suenan a sarcasmo sus frases tras el escándalo de Banca Catalana de que “a partir de ahora, de ética hablaremos nosotros” o el “això és una dona” dedicado a su mujer.
Que le juzguen la historia y los tribunales y que asuma él las responsabilidades, que nada tienen que ver con las del país.