EDITORIAL
La escuela rural como ejemplo a seguir
La despoblación de las zonas rurales de Lleida provocó en los años sesenta, setenta e incluso ochenta del pasado siglo el cierre de numerosos colegios, hecho que además se vio favorecido por las concentraciones escolares impulsadas por la administración. La creación en 1988 de las Zonas Escolares Rurales (ZER), que aglutinan a varios centros y les ofrecen servicios como maestros especialistas itinerantes, recursos materiales y permiten el trabajo en red de los docentes, fue básica para frenar esta tendencia, aunque ello no ha sido óbice para que algunas escuelas hayan acabado cerrando por la falta de niños en el pueblo. Ahora, casi 30 años después de la implantación de las primeras ZER, tanto los profesionales como el propio departamento de Enseñanza coinciden en afirmar que el nivel académico de estos centros está en la banda alta del conjunto del sistema educativo. No solo eso, sino que las experiencias de trabajos por competencias que han aplicado en aulas donde conviven niños de diversas edades han servido de modelo para muchos de los proyectos de innovación educativa que están tan en boga en numerosos colegios e institutos de toda Catalunya. Esta buena imagen ha contribuido a la reapertura de escuelas en localidades donde ha habido una cierta recuperación demográfica, como Torrelameu o Salàs, por ejemplo, y a que sea relativamente habitual que centros de pueblos que están bien comunicados reciban alumnos procedentes de otros municipios de mayor tamaño.
La escuela rural también tiene carencias, entre las cuales sus docentes señalan los edificios antiguos o la escasa relación de los alumnos de los centros más pequeños con niños de su misma edad, pero hay que concluir que su funcionamiento es más que satisfactorio. Teniendo en cuenta este hecho y que la continuidad de la escuela ayuda a enraizar a los más pequeños en los pueblos, hay que preguntarse si no sería posible hacer lo mismo con otros servicios y actividades facilitando los recursos necesarios y potenciando el trabajo en red en las zonas rurales. En plena era de las nuevas tecnologías debería ser posible que muchos trabajos puedan hacerse igual o mejor, por la calidad de vida que facilita el entorno, que en las ciudades, aunque para ello es necesaria una apuesta similar a la que en su día se hizo por las ZER.