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El President de la Generalitat, Carles Puigdemont, acompañado por su vicepresidente y su consejero de Relaciones Institucionales, explicó ayer en Madrid el compromiso irrenunciable de su gobierno para convocar un referéndum y defender la independencia de Catalunya con un mensaje reposado, didáctico y hasta conciliador que desgraciadamente no tuvo el auditorio que merecía el mensaje.

Lo normal es que ante un evidente problema de España, como recalcó el vicepresident Junqueras, pero también de Catalunya, el debate se formulara en las cámaras de representación, sea el Congreso o el Senado, y sobre todo que la clase política, quien tiene que solucionar el problema, se interesara por la visión de los representantes catalanes. Desgraciadamente, no fue así y la delegación catalana tuvo que explicarse en una sala del ayuntamiento de Madrid con una entrevista previa con los dirigentes de Podemos y un auditorio mayoritariamente catalán. Mal solucionaremos la cuestión si de entrada en Madrid no quieren ni escuchar.

Dicho esto, también hay que matizar al President Puigdemont que la operación Tarradellas se fraguó en un régimen no democrático, sin Constitución y sin órganos representativos y con una reivindicación histórica y absolutamente mayoritaria, por lo que se antoja complicado trasladar el modelo a estos tiempos. Se aplaude que Puigdemont esté dispuesto a negociarlo todo, desde la pregunta a la fecha pasando por la mayoría necesaria, pero la dinámica que vivimos apunta a que se está planteando el referéndum más como el trámite necesario para la independencia que como el ejercicio del derecho a decidir con transparencia, información sobre las diferentes opciones y exigencias de mayorías cualificadas.

Puigdemont es el presidente de la Generalitat y como tal, representa a todos los catalanes, pero su opción por la independencia, de momento, no ha sido compartida en las urnas por la mayoría de los catalanes y mucho menos con el margen que exige el mismo Estatut para su reforma, por lo que difícilmente sería entendida en el panorama internacional sin conseguir previamente una mayoría cualificada en una consulta celebrada con todas las garantías.

Sigue siendo hora de escuchar y de dialogar, porque todas las opciones unilaterales serán problemáticas y dejarán el problema abierto, pero cuando se pide negociación desde el otro lado no se puede hablar de chantaje.

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