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Bautizar una cárcel como Modelo es todo un oxímoron porque refleja dos conceptos absolutamente contradictorios que en la práctica, en la prisión así bautizada en Barcelona, aún se han agudizado hasta extremos que la convierten en modelo de lo que no debe ser un centro penitenciario. Se cerró a las 11.30 horas de este jueves, tras 113 años de vida convulsa, de muertes en peleas y también de asesinatos refrendados por la justicia, de masificación con presos políticos y comunes, de proliferación de la droga y de motines de supervivencia, de ser símbolo de la negación de derechos y también de represión con los regímenes políticos con los que ha sobrevivido.

Se construyó con una capacidad para 675 reclusos en 1904, pero llegó a acoger hasta 13.000 personas entre 1939 y 1940 y en su interior se han ajusticiado por garrote vil a 40 personas, con el libertario Salvador Puig Antich como último ejecutado, el 2 de marzo del 74, ya en vísperas de la muerte del dictador.

Y nunca ha podido ser considerada como cárcel modelo, como una instalación que propiciara la reinserción del hipotético delincuente o como centro de recuperación, porque todos los regímenes la aprovecharon para encarcelar a los disidentes políticos y porque los presos comunes “entraban mal y salían peor”, en expresión de los ochenta, que refleja cómo corría la droga tanto como en el exterior y cómo la supervivencia era la única asignatura en un mundo controlado por las mafias penitenciarias.

Su cierre era una reivindicación compartida por todas las ideologías y hace ya veinte años que se había anunciado sin que no se concretara hasta ayer, después de una labor efectiva de traslado de internos a otros centros y de convertir a Brians en centro de preventivos.

Y hay que destacar que la conselleria de Justicia lo ha hecho bien con el traslado de internos que se culminó ayer con los últimos 24 y un mapa penitenciario más equilibrado que acaba por fin con el monstruo de la Modelo. Ahora, es la ciudad de Barcelona y sus vecinos quiénes tienen que decidir el futuro del recinto y aunque se abrió un proceso participativo, la alcaldesa Colau deja para el próximo mandato la reconversión de la cárcel y su entorno, pero sería de justicia que se mantuviera un espacio para recordar la memoria de lo que ha sido la Modelo y sobre todo para que las nuevas generaciones no lo repitan.

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