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Al conglomerado más votado en las últimas elecciones, que encabeza la alcaldesa de Barcelona, Catalunya en Comú, hay que reconocerle habilidad en la gestión de sus posiciones, o como han hecho otros, ambigüedad y contradicciones en sus posturas. Ante el referéndum del 1-O han esperado hasta este fin de semana para aprobar por 85 votos frente a 29 la propuesta de la dirección que consiste en apoyar la convocatoria como una jornada de movilización en favor del derecho a decidir, pero no como un referéndum vinculante.

No se suman a la ola independentista como esperaban desde el gobierno catalán para justificar el ochenta por ciento parlamentario a favor del referéndum, pero se desmarcan clarísimamente tanto del PP y de Madrid, como de la gestión del PDeCAT y aun así dejan puertas abiertas tanto en el respaldo del referéndum, como en lo contrario diciendo que no es el que necesita Catalunya, ni el que ellos esperaban.

Y como les han llovido críticas desde todas las partes, ayer llegaron las matizaciones: por una parte la alcaldesa Colau aseguró que votaría y no habría inconvenientes desde el ayuntamiento de Barcelona para celebrar el referéndum, y por otra desde Madrid, Pablo Echenique se apuntaba al rusticismo madrileño ridiculizando el referéndum al hablar de “cajitas” para votar, y ampliando el círculo, Pablo Iglesias dice que si fuese catalán no votaría y el secretario general de su partido, Albano Dante Fachín, se reafirma en el llamamiento para que se vote.

O sea que no hay adhesiones inquebrantables a ninguna de las posturas ya manifestadas, algo que parece legítimo cuando no se ha participado en las decisiones que nos han llevado a esta situación, pero que en estos momentos se traduce en críticas desatadas con revisión de hemerotecas y declaraciones e incluso apelaciones al espíritu democrático.

Ciertamente, es ambigua la postura de los comunes porque en su declaración caben todas las opciones individuales, desde el apoyo a la independencia al rechazo en las urnas pasando por la no-participación en la consulta, pero es que también hay dudas similares en buena parte de la sociedad catalana, que esperará a tener más información sobre la evolución del procés antes de comprometer su voto o que lo decidirá más adelante.

Seguro que no quieren perder votos y piensan como muchos que la independencia no es la prioridad absoluta, pero por eso no se deja de ser demócrata.

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