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El verano es sinónimo de vacaciones, y las vacaciones lo son de turismo, pero cuando nos referimos a ello no es solo para hablar de ocio y diversión, especialmente estos meses estivales. Y es que todo el fenómeno turístico, en los últimos tiempos, ha estado (y está) envuelto en numerosas polémicas. En primer lugar, y con protagonismo especial, destaca el escándalo del aeropuerto de El Prat y la huelga de personal de Eulen, de la que ya nos hemos referido en reiteradas ocasiones dada su notable duración. Ayer fue el primer día en que agentes de la Guardia Civil, coincidiendo con la puesta en marcha del paro indefinido, tomaron el mando de los controles de seguridad del recinto y, como mínimo y de momento, evitaron las vergonzosas imágenes de colas de pasajeros interminables para superar los citados cribajes. Esta situación es temporal a la espera del laudo que debe aprobar el Consejo de Ministros para poner fin al conflicto que ha traspasado fronteras y ha dañado la imagen de Catalunya como destino turístico, al igual que buena parte de España. Y esto ocurre en un año especialmente positivo, que se veía beneficiado por la anulación de reservas a otros países al verse afectados, por desgracia, de los ataques de terroristas islamistas.

Pero si ya el sector se está resintiendo con esta huelga, ayer se sumaron dos nuevos ítems que le perjudican en gran medida. Por un lado, la tragedia en una discoteca de Lloret, donde un italiano murió a consecuencia de la agresión de unos jóvenes rusos y, lo peor de todo, ante la inexplicable y vergonzosa indiferencia de decenas de personas que estaban en el recinto y sin que los presuntos servicios de seguridad del local actuasen. La marca Lloret puede verse seriamente manchada de nuevo pese a tratarse de un hecho aislado. Y por el otro lado, el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Miquel Valls, sorprendió con unas polémicas declaraciones en las que pide “gravar” a los turistas que, desde la costa catalana, visitan solo de día la ciudad al considerarles que son “de poca calidad” puesto que gastan poco. La economía de la Ciudad Condal, y de numerosas zonas catalanas como el Pirineu de Lleida, se nutre en buena parte del turismo. Si solo lo penalizamos y no lo cuidamos, podríamos estar matando la gallina de los huevos de oro.

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